Árbol de muchas ramas: Ramón Valdiosera

Margarita de Orellana

Existen pocos artistas que a través de una minuciosa y constante observación de tradiciones y paisajes de su entorno logren crear una gran cantidad de obras, de distinta índole, que reflejen fielmente la obsesión por su país.

Pintor, ilustrador, caricaturista, cartelista, diseñador gráfico, publicista, escritor, documentalista y maestro universitario, Ramón Valdiosera no dejó de trabajar intensamente por más de 80 años. Dibujó, dio clases, imaginó proyectos artísticos sin descanso. Fue como un gran árbol cuyas ramas no dejan de crecer ni multiplicarse. Si éstas encuentran un espacio donde nacer en el tronco, aprovechan y, sin titubear, salen a la luz. Y de ahí brotan frutos de todo tipo. Así de las manos de Valdiosera surgieron muchas expresiones que hoy debemos reconocer y que merecen ser exploradas.

Ilustración: Ramón Valdiosera.

Nació en Ozuluama, Veracruz, el 28 de abril de 1918. Desde niño asistió a las escuelas de pintura al aire libre dónde, cómo recordaba, “el artista se hacía solo”.

Pionero de las historietas ilustradas, se estrenó con El diamante negro de fu Manchú en 1935, en el Semanario Paquín, y dirigió dos populares publicaciones de este tipo: Chamaco Chico y Pepín, la segunda con un gran éxito de público. Impulsó a muchos historietistas, algunos de los cuales, después, se convertirían en maestros de este oficio. Él mismo, junto con Manuel Monterrubio, realizó unas Mil y una noches y Un ladrón de Bagdad que fueron muy bien recibidas por los lectores, además de un Alí Babá y Medio Litro con Narayanath Salazar. Incursionó en las fotonovelas a principios de la década de 1940, con su revista Pokar de Ases. Al mismo tiempo realizó portadas para Revista de Revistas.

Incansable, y con una curiosidad insaciable, durante décadas viajó por toda la república registrando y observando con curiosidad el paisaje y la indumentaria de muchos pueblos indígenas. A través de sus bocetos y sus dibujos estilizados, que fueron cientos, supo expresar el impacto que la variedad de prendas de vestir —tanto de hombres como de mujeres— hizo sobre su sensibilidad. Reconoció la complejidad y elegancia que caracterizaba a esta vestimenta de muchas comunidades, que hemos visto desaparecer, poco a poco. Otras persisten afortunadamente pese a las circunstancias no siempre favorables.

Ilustración: Ramón Valdiosera.

De alguna manera, sus dibujos son hoy motivo de estudio y, para historiadores del arte e investigadores, una interesante fuente histórica y visual. A través de ese largo y acucioso trabajo de campo, fue concibiendo una idea de lo que debía y podía ser el carácter propio de la moda mexicana. Estaba convencido de que la indumentaria era parte de la personalidad de cada comunidad que visitaba y que el país debía contar con una identidad propia basada en esas expresiones tan ricas y variadas. Así se lanzó a proponer diseños de moda inspirados en la fascinación por esa indumentaria tradicional intentando llevarlos a otras dimensiones de la vida cultural de nuestras ciudades, diseños impregnados por sus acuciosas observaciones.

Valdiosera estaba empecinado en que la moda mexicana debía rescatar de sus raíces una estética moderna y cosmopolita. Sus obras impactaron por su originalidad. Escribió y dio conferencias, polemizó con otros diseñadores de moda que no apreciaban su perspectiva mexicanista, a quienes les parecía ridículo que alguien se inspirara en esos modelos de “indios” que no estaban a la altura de la modernidad a la que se aspiraba en esos años. A pesar de esas críticas, a las que por fortuna no hizo caso, Valdiosera logró hacerse de un público y gran prestigio. Sus diseños fueron apreciados por personas de diferentes ámbitos. Realizó el vestuario de varias películas, más de 10, de obras de teatro, así como para el ballet Azteca de Amalia Hernández y otras compañías de danza. Sus desfiles de moda pronto cruzaron fronteras logrando colocar sus modelos, inspirados en formas y colores, cortes y técnicas de la indumentaria indígena por las pasarelas de Nueva York y Francia. Desde Dolores del Río hasta Rita Hayworth y Elizabeth Taylor lucieron algunas de sus creaciones. Valdiosera aseguraba que en México tenemos todo para desarrollar una moda nacional y que nuestro potencial artístico es arrollador. Pero “fuimos educados en que lo nuestro era pésimo frente a lo europeo y estadounidense”.

Años después, Artes de México publicaría dos números realizados enteramente por él, donde se aprecian muchos bocetos y acuarelas producto de esos viajes. También reprodujo partes de sus memorias sobre sus recorridos de 1940 a 1965. En el 2013, propuso a la misma publicación realizar un número sobre el color magenta, y apareció, “Del rojo al rosa mexicano” donde publica un esplendido texto, en el que reconoce que el indígena mexicano es un diseñador innato y que las prendas que lleva puestas son como “un nido envolvente del alma”.

Ilustración: Ramón Valdiosera.

Sus ambiciones artísticas, sus múltiples inquietudes y excesiva energía, lo llevaron también a realizar documentales de cine como El Himno Nacional que ganó dos Arieles e Historia del hombre volador, hablada en totonaco, en 1948, películas ahora extraviadas.

Es importante que los jóvenes que decidan hacer hoy una carrera relacionada con la historia del arte o del diseño, o que de plano se conviertan en artistas en cualquier disciplina, exploren e investiguen más a fondo la vida y obra de este artista. Se llenarían muchas páginas con todo lo que Valdiosera realizó. Lo que mencionamos es sólo un bocado de su inmensa obra.

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