José Luis Martínez

Moctezuma. Detalle del Biombo de la Conquista. D.R. © Museo Franz Mayer. Foto: D.R. ©Jorge Vértiz, en Artes de México, número 1, México, 1988.

Cuando se platicó entre los soldados de Cortés en qué lugar se haría la nueva ciudad, algunos opinaron en favor de Coyoacán o de Tezcoco, mas prevaleció la opinión del capitán general, quien decidió que fuera en el mismo lugar de la capital indígena, que tenía tanto renombre y “por la grandeza y maravilloso asiento de ella” [p. 229]. Pocos años más tarde comenzarían a advertirse los muchos inconvenientes de la ciudad asentada en una alta cuenca cerrada, rodeada por montañas. Al modificarse el equilibrio ecológico con la desecación progresiva de los lagos, vinieron las inundaciones y la necesidad de dar salida a las aguas con costosas y enormes obras.

La construcción de la nueva ciudad se inició pocos meses después de la destrucción de la ciudad indígena, probablemente a fines de noviembre de 1521 o enero de 1522. “De cuatro a cinco meses acá, que la dicha ciudad de Temixtitan se va reparando, está muy hermosa” [p. 153], dice Cortés a Carlos V en su tercera Relación, que firma el 15 de mayo de 1522, aún en Coyoacán. Cuando viene el infortunado Francisco de Garay a encontrarse con Cortés, en diciembre de 1523, el conquistador ya puede mostrarle sus palacios en construcción. Y en octubre de 1524, Cortés firma su cuarta Carta de relación en Tenochtitlan, o Temixtitan, como él escribía, lo que permite suponer que para entonces ya se había trasladado de Coyoacán a la nueva ciudad.

Los indios habían sufrido la derrota y el arrasamiento de la ciudad que habían construido, y ahora tenían que trabajar otra vez para levantar la nueva ciudad a la usanza española. Refiere Cortés que procuró que los naturales volviesen a la antigua metrópoli para darle vida de nuevo, y que entre ellos hay “carpinteros, albañiles, carteros, plateros y otros oficios”, y que los mercaderes han vuelto a animar el antiguo mercado, que debió ser el de Tlatelolco, y que se ha organizado otro para españoles.

Cortés. Detalle del Biombo de la Conquista. D.R. © Museo Franz Mayer. Foto: D.R. ©Jorge Vértiz, en Artes de México, número 1, México, 1988.

Entre los soldados de una de las expediciones de Francisco de Garay que habían venido a México en 1520 se encontraba Alonso García Bravo, que fue herido y se unió a las fuerzas de Cortés. García Bravo participó en Conquistas en la región de Veracruz y en la pacificación de Tutulepec y Tetiquipis. Y, como parecía “haber realizado ciertos estudios, pues parece conocedor de la geometría, sobre todo aplicada a la tierra, es decir, topografía” —comenta Manuel Toussaint, uno de sus biógrafos—, el “jumétrico” soldado construyó una fortaleza en Pánuco y otra en Veracruz.

Conocedor de estas habilidades de García Bravo, antes de iniciar la construcción de la nueva ciudad, Cortés decidió encargarle que hiciera su traza, con sus calles y plazas “como hoy está”, decía el alarife hacia 1521. Una de las bisnietas de García Bravo promovió en 1604 una “Información de méritos y servicios” de sus antepasados, en la cual uno de los testigos declaró:

“que después de ganada esta ciudad de México, vio este testigo que el dicho Alonso García Bravo, por ser jumétrico y tener buena habilidad, por mandato del marqués don Hernando Cortés, trazó las calles y plazas y asientos de la dicha ciudad de México, y se edificó y hizo ni más ni menos que el dicho Alonso García Bravo lo trazó e que esto vio este testigo, y es notorio que pasó muy gran trabajo, y también trazó la ciudad de Antequera del valle de Guaxaca, adonde este testigo tiene dos solares, los cuales le trazó el dicho Alonso García Bravo y se los dieron por conquistador; e que esto sabe y responde a la pregunta” [p. 42].

Cortés en la huída de la noche triste. Detalle del Biombo de la Conquista. D.R. © Museo Franz Mayer. Foto: D.R. ©Jorge Vértiz, en Artes de México, número 1, México, 1988.

No conservamos los apuntes ni los planos que haya trazado García Bravo, pero tenemos un plano que muestra cómo se representa la ciudad indígena de Tenochtitlan, el enviado por Cortés al emperador y publicado por primera vez en Nuremberg, en 1524, y planos de la ciudad española o más bien mestiza que se llamará México. La comparación de ambos permite conocer la obra de los urbanistas.

En la ciudad indígena, el centro del islote lo ocupaba el enorme recinto sagrado o conjunto ceremonial, rodeado por la muralla almenada o coatepantli, en el que sobresalían las pirámides gemelas de Huitzilopochtli y de Tláloc, llamado Templo Mayor. El conjunto, que contenía cerca de ochenta templos, adoratorios, casas de sacerdotes, monasterios, escuelas, juegos de pelota, jardines, arsenales y edificios administrativos y para la impartición de la justicia, ocupaba un cuadrángulo irregular que se extendía, por el frente sur que daba a la plaza y a los palacios, un poco hacia adentro de la plaza actual, por el frente de la Catedral y la calle de la Moneda; por el oriente, hasta Correo Mayor; por el norte, a San Ildefonso y González Obregón, y por el poniente, a República de Brasil y Monte de Piedad.

Frente al costado sur del recinto se encontraba el palacio de Motecuhzoma, en un espacio algo más extenso que el que hoy ocupa el Palacio Nacional; y en torno a la plaza mayor, que coincide aproximadamente con la actual Plaza de la Constitución, se elevaban palacios y casas de los señores.

La Malinche en la noche triste. Detalle del Biombo de la Conquista. D.R. © Museo Franz Mayer. Foto: D.R. ©Jorge Vértiz, en Artes de México, número 1, México, 1988.

Del centro de este imponente conjunto salían, orientadas a los cuatro puntos cardinales, las cuatro calzadas principales que ligaban a la ciudad-isla con las ciudades que bordeaban el lago: al sur, la de Iztapalapa, al poniente la de Tlacopan o Tacuba, al norte la de Tepeyácac, y al oriente la que llevaba al embarcadero hacia Tezcoco, y que no llegaba a ser calzada, pues el lago era muy extenso de ese lado. “Es decir —comenta Toussaint— que desde lejos, cualquiera que fuese el camino que siguiera, se veía la enorme mole del templo como término del viaje y como esperanza del viajero”.

En torno al gran conjunto ceremonial y a los palacios centrales, y cruzadas por un laberinto de calles firmes, calles con acequias y canales, se extendían las que Alfonso Caso llamó parcialidades indias: Cuepopan (Santa María), Atzacoalco (San Sebastián), Moyotlan (San Juan) y Zoquiapan (San Pablo), y el antiguo pueblo de Tlatelolco, que a su vez estaba formado por numerosos barrios, y en la periferia, chinampas y tulares. El área ocupada por la ciudad-isla era reducida y llegaba por el norte hasta la hoy calzada de Atlampa, por el sur a la del Chabacano, por el oriente tal vez a la calzada de Balbuena y por el poniente cerca de Bucareli.

Sobre las ruinas de la antigua México-Tenochtitlan, bajo la supervisión de Cortés, el alarife Alonso García Bravo, ayudado por Bernardino Vázquez de Tapia y dos indígenas, realizó una “traza” de la nueva ciudad. En principio, conservó la plaza mayor y el emplazamiento de los palacios que la rodeaban por tres lados.

Batallas en la ciudad. Detalle del Biombo de la Conquista. D.R. © Museo Franz Mayer. Foto: D.R. ©Jorge Vértiz, en Artes de México, número 1, México, 1988.

Alrededor de este centro, y apoyándose en los dos ejes norte-sur y oriente-poniente, formados por las entradas de las antiguas calzadas, García Bravo diseñó la cuadrícula o damero de la nueva ciudad española, reservando espacios para las plazas menos y siguiendo en parte el curso de las acequias principales. La extensión de la traza primitiva era un poco más pequeña que la ciudad indígena —cuya superficie se ha calculado en 145 hectáreas—, contenía unas cien manzanas y sus límites tentativos eran, por el poniente, San Juan de Letrán; por el norte, Colombia o Perú; por el oriente, Leonora Vicario y la Santísima o Jesús María, y por el sur, San Pablo y San Jerónimo o José María Izazaga.

En torno a la primitiva traza, que muy de pronto comenzaría a ampliarse, quedaron los barrios indígenas. “Nos parte un brazo de agua”, señala Cortés.

El conquistador refiere al emperador que, aunque sigue teniendo preso al señor Cuauhtémoc, ha dado cargos subordinados a varios señores indígenas y les asignó “señoría de tierras y gente en que se mantuviesen”. La agricultura comenzaba a restablecerse y además de los cultivos indígenas se sembraban ya hortalizas españolas. La primera construcción realizada fue la fortaleza o Atarazanas, para tener seguros y disponibles los bergantines de la Conquista. Al menos desde 1524, en que consta en las Actas de cabildo, Alonso García Bravo había sido el alarife y maestro de obras de la ciudad, especialmente en la construcción de las casas del ayuntamiento. Y el 14 de enero de 1527 el cabildo ordenó mediante un pregón “que ninguna persona edifique en solar sin que primero le sea medido y trazado por el dicho Alonso García”. Ya se había iniciado el reparto de solares a los conquistadores, dentro de los límites de la traza y gracias a la mano de obra gratuita se levantaron rápidamente muchas casas [pp. 230-231]. A todo el que quería ser vecino de la ciudad y era aceptado se concedía un solar y dos a los que habían sido conquistadores; y según aparece en los libros de Actas de cabildo, a menudo se les concedía solar y huerta. La única condición era que habían de edificar en cierto tiempo, pasado el cual la concesión podía aplicarse a otro.

Cortés se asignó las Casas Nuevas, o sea el palacio de Motecuhzoma, sede del Palacio Nacional, y las Casas Viejas, antiguo palacio de Axayácatl, parte del cual ocupa ahora el Monte de Piedad, aparte de otras posesiones que fue adquiriendo, como los enormes terrenos de la Tlaxpana. Solo las Casas Viejas medían 25 solares, o sea 44,100 metros cuadrados.

Batallas en la ciudad. Detalle del Biombo de la Conquista. D.R. © Museo Franz Mayer. Foto: D.R. ©Jorge Vértiz, en Artes de México, número 1, México, 1988.

Hace notar Orozco y Berra que en estos primeros años de la ciudad de México, en medio de las nuevas construcciones subsistían las grandes pirámides del Templo Mayor, así como las de Tlatelolco, y que muy poco se hizo para la construcción de alguna iglesia, lo cual será motivo de censura para Cortés en su juicio de residencia. Rodrigo de Castañeda declaró en dicho juicio, en 1529, que cuando los frailes de San Francisco quemaban cúes o templos indígenas, “Don Hernando Cortés decía que para qué los habían quemado, que mejor estuvieren por quemar, y mostró tener gran enojo porque quería que estuviesen aquellas casas de ídolos por memoria” [Sumario de la residencia]. Lo cual, que tiene visos de cierto, muestra que la destrucción de monumentos indígenas fue sobre todo obra de los frailes, y que Cortés alentaba un cierto propósito “arqueológico”, que puede lamentarse que no se atreviera a realizar.

Cuanto sobresalía de las pirámides fue arrasándose poco a poco, como si fuera un gran depósito de materiales de construcción para los nuevos edificios, de lo que dan constancia las piedras labradas en algunos de ellos.

En cuanto a las iglesias, la primera iglesia mayor que existió fue una muy pequeña que se construyó entre 1524 y 1532. La Catedral actual fue posterior y su construcción muy lenta, pues se extendió de 1573 a 1813. La primera iglesia de los franciscanos se levantó en 1524 y 1525.

Como era la costumbre que se estableció, las edificaciones se hacían en todo a costa de los indios, quienes debían traer, y luego labrar, piedras, maderas y los demás materiales de construcción, y aun proveer su propia alimentación. El conquistador ponía los planos y la dirección de la obra.


José Luis Martínez, historiador, crítico literario y editor, fue Cronista de la Ciudad de México. Biógrafo de Hernán Cortés y editor de todos los documentos concernientes a él.

Las citas de las Cartas de relación de Cortés van entre corchetes y proceden de Hernán Cortés, Cartas y documentos, introducción de Mario Hernández Sánchez-Barba, Biblioteca Porrúa, 2, Editorial Porrúa, México, 1963.

Este es un extracto del texto completo que pueden leer aquí.

Ver en el catálogo
Córdoba #69 Colonia Roma, Ciudad de México, México, CP. 06700 | Tels: 52 + (55) 5525 5905, 5525 4036, 5208 3684
SOBRE ARTES DE MÉXICO