Verónica Gómez Martínez

Gustavo Montoya, Vendedor de dulzura, 1984. D.R. © Herederos de Gustavo Montoya. Foto cortesía de Morton Subastas, en número 111 de Artes de México, Del rojo al rosa mexicano, 2013.

El menú de artículos y temas tratados por algunos de los más distinguidos especialistas en diversos rubros hace del número 111 de la revista Artes de México, “Del rojo rosa mexicano”, un deleite de diez tiempos.

El entremés literario comienza con un poema de Francisco Hernández:

Ahora, rojo es el lenguaje,
rojo como mi lengua cuando pasa sobre la flor labiodental del flamboyán.
Ahora, tu cara es roja,
roja como cuando se enfrenta
a la rubicundez arrugada de mi cara.
Ahora más que nunca, rojo antojo de tus grandes ojos.
(Sobre una llave de agua canta un gallo blanco a punto de enrojecer)

El banquete continua con las palabras evocadoras y sensuales del poema de Rafael Vargas: “Palabras para un color que no conoce sombra”, que va de la sangre a la mitología, pasando por el vino, el erotismo y la naturaleza:

…es el color del fuego alrededor del cual
todo tipo de leyendas se fraguan
y en cuyas brasas se cuecen los alimentos
de la imaginación.

El recorrido histórico lo propone Guilhem Olivier en “Eztli: nuestro vivir en la sangre”, en donde nos remite a la impresionante significación de la sangre en los códices mesoamericanos. La mirada arqueológica corre a cargo del texto “La sangre del tiempo” de Diana Magaloni, en el que nos habla sobre la importancia de que algunas ciudades prehispánicas —reales y míticas— hayan estado indudablemente pintadas del color del fluido vital.

Mictlantecuhtli es bañado con sangre durante un ritual. Folio 76r del Códice Tudela. D.R. © Museo de América, Madrid.

Las miradas etnográficas contemporáneas de Johannes Neurath, con “La sangre que habla y circula en el mundo”, y de Leopoldo Trejo con “Sangre, la preciada vida de los totonacos”, nos relatan un par de ritos, en los que el uso de sangre es primordial. Para los huicholes, sacrificar animales y usar su sangre permiten que el agua —sangre del gran mundo— pulse, y que el equilibrio recíproco entre la naturaleza y el humano se mantenga. Para los totonacos de la Huasteca, el maíz es la sangre del hombre, y, en el ritual, su cuerpo seco reclama la calidez de la sangre de ave; así, el ciclo de regeneración del mundo y del cosmos se mantiene.

La sangre juega un rol fundamental en la vida de los totonacos de la Huasteca. Su color rojo está siempre en función de un cuerpo. Fuera de él es evidencia de muerte; pero su interior es el motor que anima la vida. Foto: D.R. © Leopoldo Trejo, en número 111 de Artes de México, Del rojo al rosa mexicano, 2013.

La coordinadora, Laura Durango, nos propone mirar México a través de otro color significativo y con variadas representaciones culturales. Por medio de su escrito, “En busca de las raíces púrpuras de Mesoamérica”, conocemos el gran regalo de la naturaleza que son los pigmentos y colorantes derivados de algunas plantas, como el palo de Campeche, animales como la grana cochinilla o minerales como el cinabrio.

El texto nos brinda las herramientas para reconocer en las paredes de algunas ciudades, en la materia prima alimentaria, en la vestimenta de ciertas comunidades, entre otros, la riqueza del color que tiene nuestro entorno. En ese mismo sentido, en “Una paleta con historia en la costa de Oaxaca”, de Marta Turok, la importancia del tono purpureo no radica necesariamente en su fuente —sea natural o industrial—, sino en ser una prueba irrefutable de identidad.

En la zona del Silencio, un desierto ubicado en la confluencia de los estados de Durango, Coahuila y Chihuahua, crecen nopales de colores violaceos. Foto: D.R. © Laura Durango, en número 111 de Artes de México, Del rojo al rosa mexicano, 2013.

La elocuencia del uso del rojo

Juan Carlos Pereda nos invita a reconocer la elocuencia en el uso del rojo como eco de las más profundas e intensas necesidades expresivas de tres artistas: Orozco, Tamayo e Izquierdo. En muchas ocasiones, estas representaciones son violentas y crueles, y, las más, son “…bandera, rebozo, joya, fruta o sentimiento, por eso los pigmentos fueron colocados sobre el lienzo con magisterio, genialidad y amor”.

Dibujo de un atuendo en alta costura, D.R. © Ramón Valdiosera. Foto: D.R. © Marco Pacheco, en número 111 de Artes de México, Del rojo al rosa mexicano, 2013.

En “Rosa mexicano: moda y marca”, el mítico diseñador mexicano Ramón Valdiosera (Veracruz, 1918-Ciudad de México, 2017) nos regala su mirada sobre la historia de la vestimenta tradicional mexicana y sus ecos en la producción de su marca. También, a manera de anécdota, nos cuenta como el mexican pink o rosa mexicano se convirtió en el color emblemático de nuestro país gracias a la intercesión de Dolores del Río y del New York Times.

Mazorcas de maíz criollo morado y violeta del Estado de México. Foto: D.R. © Laura Durango, en número 111 de Artes de México, Del rojo al rosa mexicano, 2013.

Este color ha permeado tanto nuestra cotidianidad que el condecorado chef Ricardo Muñoz Zurita nos convoca a degustar el color en algunos de los ingredientes y platillos tradicionales que se engalanan en rosa. Entre ellos podemos citar el maíz, la jicotilla, las pitayas, los piñones y, entrando en materia dulce, los algodones de azúcar y los merengues dominicales dominan con su dulce sabor y color el espíritu de México.

Ver en el catálogo
Córdoba #69 Colonia Roma, Ciudad de México, México, CP. 06700 | Tels: 52 + (55) 5525 5905, 5525 4036, 5208 3684
SOBRE ARTES DE MÉXICO