El arte huichol, resistencia y adaptación

Itzia Solís

Guadalupe Robles Domínguez, peyotera.

 

“Jamás pre modernos”, así comienza La vida de las imágenes. Arte huichol de Johannes Neurath. Esta cuestión es básicamente central en sus estudios sobre los huicholes y nace del análisis del arte ritual.

El pueblo de los wixaritari o huicholes radica en la región conocida como el Gran Nayar: ocupa parte de Nayarit, Jalisco, Durango y Zacatecas. Podría decirse que es mundialmente conocido por el color y el misticismo presente tanto en sus producciones artísticas como en su cosmovisión. En especial, se han hecho famosos por sus artesanías como los objetos decorados con chaquira y las tablas en las que realizan con estambre de colores “símbolos” como el venado, el peyote, la planta del maíz, el águila bicéfala, el fuego, entre otros. Aquí también resuena el conocido uso del peyote como planta visionaria.

José Benítez Sánchez. La visión de Tatutsi Xuweri Timaiweme, 1980. 122 x 244 cm. Museo Nacional de Antropología, INAH.

Neurath describe a un pueblo ritual que constantemente vincula la creación de arte con el proceso de sus ritos; incluido aquel que surge de la supervivencia socioeconómica: “el ritual tiende a convertirse en arte, y el arte en ritual” (126). Es decir, ambos aspectos se entrelazan en un ámbito que se convierte en origen y destino, y viceversa. Se trata de un ciclo vital para los huicholes.

Ellos realizan objetos rituales como esculturas de madera y piedra, jícaras adornadas con chaquira, flechas votivas y máscaras con cabellos, barbas o bigotes de ixtle. Son objetos ambivalentes en cuanto a sus materiales, iconografía y contexto espacio-temporal. Estos objetos son la manifestación de algún ser ancestral, divinidad en la que devienen ellos mismos. Las estatuas, por ejemplo, son seres que pueden manifestar un poder de naturaleza buena, mala, una petición o un castigo; son objetos peligrosos. Se busca controlar esta influencia por medio de la visibilidad que permite su “representación”, es decir, su cuerpo transportador, su forma y estética. Lo que se esconde tiene cierto poder, pero lo que se muestra también.

Las jícaras se ofrendan a las divinidades, y contienen el agua [la chaquira], que es la vida, con la cual las apaciguan. Las flechas votivas son un transportador de ellos mismos para ejercer una muerte sacrificial con su presa, el venado. Este acto se realiza en la búsqueda de visión o nierika en la iniciación, es decir, el peregrinaje hacia Wirikuta, el desierto del amanecer, el origen.

Las imágenes en estos objetos tienen vida y, por lo tanto, poder. Son los dioses que se manifiestan para crear la existencia de los huicholes. El mara’akame, chamán o peyotero, es el artista ritual que tiene la facultad para manifestar a los dioses materialmente, el intermediario en el que se cumplen los mandatos que los dioses les revelan en sus sueños y peregrinar para darles vida a través del arte ritual. El artista que realiza las artesanías no siempre es un chamán. Son miembros de la comunidad que han visto en la artesanía un vínculo con el otro mundo al cual se acerca más, por lo que, a veces, deja de hacer peregrinaje al desierto y plasma en su arte sólo una parte de lo que ve en sus sueños, un pequeño mito configurado con los simbolismos típicos que los indigenistas huicholeros conocen. Mientras el chamán crea un mundo ritual, el otro crea una especie de barrera protectora para éste.

Las máscaras huicholas son representaciones de los enemigos, a los que presentan no en forma grotesca, sino como algo bello que se puede ver y escuchar. Foto: Artes de México.

Los huicholes han encontrado estrategias estéticas que les han permitido diferenciar el arte ritual del comercial. Este último cumple además con estándares de atracción para el mercado indigenista, folclórico, espiritual y estético. El arte (no ritual) es afín a la geometrización, simetría y uso de colores brillantes y variados. Posee un estilo que poco tiene que ver con su cotidianidad y fiesta ritual; en cambio, tiene más que ver con la crítica, la resistencia y, simultáneamente, con la supervivencia o adaptación al mundo globalizado.

Los huicholes han dado plásticamente lo que el público quiere comprar; Si bien no se trata de los dioses, de estos objeto-arte emana otro poder: una forma de relación con lo occidental, es decir, con los seres del inframundo, los dormidos, los borrachos, los “no evolucionados”. Los huicholes han dado cuenta de su sentido de superioridad en la defensa de los recursos naturales. De alguna manera, este frente lo han logrado conformar gracias a las miradas que han visibilizado a un pueblo vivo, que resiste. Han creado un sistema de signos con los que crean productos comerciales que reivindican su relación con el otro, el mestizo, al que representan en sus ritos como un charro negro, con lo cual muestran su sentido sincrético. Este vínculo no lo establecen con quienes los explotan e invaden, sino con el que se les acerca con curiosidad, con el que les hace demandas simbólicas.

En la artesanía, desvirtúan la naturaleza del objeto y lo controlan en el polo opuesto sin perjudicar el arte ritual. Al nivel de producto simbólico, se reconoce como estrategia de anti-mediatización de su cultura, lo que en realidad para ellos es una forma de intervenir el poder que surge del arte ritual. Esto lo ejemplifica Neurath con las máscaras. No podrían vender máscaras feas y grotescas con las que dan vida a los ancestros negativos, los enemigos; por lo tanto, un objeto que sería peligroso, lo enmascaran con esa parte mitológica bella que todo huicholero quiere ver y escuchar. Así, lo que se hace visible no es lo “visto”, sino lo que tiene la capacidad de serlo “Louis Marin, “Poder, representación, imagen”, 2009). Esta versión alternativa del imaginario que puede ser revelado la crean, arbitrariamente, con simetrías, colores, e iconografía que son distintos de lo ritual. De este modo, toman posesión de lo que se quiere y puede mostrar. El poder ritual queda oculto al interior de su comunidad. Configuran una forma de afrontar y resistir la invasión occidental, pero, también, es un modo de supervivencia para alentar relaciones que los ayudan económica y socialmente. Hay una simultaneidad de tradición y crítica, respectivamente: “Podríamos decir que las máscaras son parte de la política de valor y de conocimiento de los huicholes” (108).

El arte huichol convive con dos mundos alternos y es capaz de adaptarse a la vanguardia y a la tradición. Foto: Artes de México.

En el arte, los huicholes manifiestan un dinamismo cultural que les permite la existencia en dos mundos alternos. Es un arte de ruptura que como Neurath señala, empata con el sentido de las vanguardias, y con la tradición misma que se transforma creativamente.

La importancia de su producción artística radica en su valor como herramienta de poder (Freedberg, El poder de las imágenes, 1992), el cual se observa no en la materialidad formal del arte, sino en la verdad, la crítica y las relaciones que presentan con éste en cualquier contexto. Además de las miradas indigenistas paternalistas que procuran la preservación de sus tierras, también hay miradas que documentan sus tradiciones, y se realizan otros ejercicios inspirados en ellos en la música y en el cine. Los poderes de sus imágenes sobresalen entre las posibilidades de su aparición y los efectos de su manifestación. Así, su arte es una expresión de su modernidad que excluye dicotomías; relaciona tiempos y espacios, resiste y se adapta.

Podríamos decir que el nierika se manifiesta en ambos niveles. Es el poder de ver, de crear y por lo tanto, de existencia. Mediante esta acción encadenada resisten, y se crean de nuevo. El arte que nos es mostrado figura la forma en la que los vemos, y a su vez, en la que les damos vida en nuestro mundo, son nuestros otros.


Córdoba #69 Colonia Roma, Ciudad de México, México, CP. 06700 | Tels: 52 + (55) 5525 5905, 5525 4036, 5208 3684
SOBRE ARTES DE MÉXICO