Miztli Meléndez

Valeria Gallo, en El juego de las miradas, Artes de México, 2001.

Un adulto puede leer la teoría del arte que existe e interpretar las obras como los libros han enseñado. La mirada de un niño es distinta, basta con un primer acercamiento para decir algo de las piezas sin la influencia de un teórico.

Valeria Gallo, en El juego de las miradas, Artes de México, 2001.

En El juego de las miradas, se revisan obras como La creación del disco solar o la Victoria de Samotracia, las cuales son un referente en cuanto a técnica y estilo de lo que se producía en Egipto o en la antigua Grecia. Mediante el juego, Gabriel Olmos menciona características importantes de ellas, que dan pie a que la mirada primigenia de un niño pueda generar mayores cuestionamientos. Por ejemplo, acerca de El jardín de las delicias de El Bosco, a pesar de la censura que ha tenido este tríptico a lo largo de la historia, en este contexto se eliminan los prejuicios en torno al desnudo. De igual forma, en El nacimiento de Venus, de Botticelli, la autora nos lleva a explorar el cuerpo. Quizá para los primeros lectores no exista una comprensión inmediata de los elementos estructurales de la obra, pero, gracias al formato del libro, puede comenzar a identificar elementos iconográficos de gran significado, y además la publicación puede ser un detonante para generar interés sobre el contexto de la pieza, como en este caso sería la mitología griega.

Del deslumbrante dorado en el Retablo de la Virgen de la Luz, en el Museo Nacional del Virreinato, pasamos a La noche estrellada de Van Gogh, al puntillismo de Seurat en Un domingo por la tarde en la Grande Jatte, y al cubismo de Los primeros pasos de Picasso, propuestas que dieron inicio a la época de los ismos en el arte, mejor conocidos como vanguardias.

Retablo de la virgen de la Luz, Museo Nacional del Virreinato, Tepotzotlán, México, D.R. © INAH.

Este repaso termina con tres grandes artistas del siglo xx: Escher, con su cuadro Cóncavo y convexo, en el que se explora la relación espacial y la experiencia de la observación se convierte en un juego divertido; La persistencia de la memoria de Salvador Dalí, un surrealista que amaba México y trabajaba alrededor de lo onírico, y Joan Miró, con Perro ladrando a la luna, que nos enseña que el arte no debe imitar a la realidad, sino representarla a partir del lenguaje de la imaginación.

Así cómo se ha desarrollado el arte a través del tiempo, también se han articulado distintas formas de mirarlo. Debido a los prejuicios que existen en nuestro entorno, muchas veces es difícil aceptar nuevas técnicas y estilos. Gabriela Olmos nos abre la perspectiva desde la cual podemos acercarnos a una expresión artística. Hoy día, hay una gran cantidad de niños que ven como un castigo visitar un museo; podemos enseñarles lo divertido que es, que el juego entre ellos y las piezas que tienen enfrente es válido y que siempre pueden descubrir algo nuevo.

Valeria Gallo, en El juego de las miradas, Artes de México, 2001.

Sin duda, las valoraciones que realiza un niño son aspectos que complementan los lenguajes del arte. ¿Qué sería de las representaciones de pasajes bíblicos si no conociéramos la historia? ¿Cómo ven los niños que no conocen la religión las representaciones de Dios? ¿Cómo perciben ellos el arte contemporáneo o el prehispánico?

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