La necesidad de conocer y reconocer a Mathias Goeritz

Margarita de Orellana

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En 2015 se cumplió el centenario del nacimiento y los veinticinco años de la muerte de un artista excepcional que marcó para siempre al arte mexicano. Para Artes de México es importante celebrar sus enormes contribuciones como creador, ensayista y maestro que modernizó el siglo XX mexicano y, más allá, abrió una puerta al arte contemporáneo.

La llegada de Mathias y su esposa Marianne, en 1949, fue un viento fresco para el ámbito universitario y la vida artística de Guadalajara y después de la ciudad de México. Originarios de Alemania, llegaban de una larga estancia en España donde Mathias había iniciado, junto con artistas que luego serían muy prominentes, un movimiento para lograr un arte con libertad en pleno franquismo.

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Traían un espíritu creativo impregnado de las vanguardias de la primera mitad del siglo XX europeo. Llegaron cuando el muralismo dejaba de ser subsidiado por el Estado y cuando había muchas inquietudes de parte de diversos artistas por entender qué pasaba más allá de nuestras fronteras. Su docencia y las nuevas formas de arte que propuso le trajeron muchas simpatías, pero también rechazo e incomprensión. Todos los alumnos que tuvo durante más de treinta años de enseñanza fueron marcados de una manera u otra por su pasión. Pero también por abrirles los ojos hacia una sensibilidad insospechada. Sus propuestas eran osadas y al mismo tiempo estimulantes. Para algunos fueron revelaciones fundamentales en sus carreras. Sus ideas enriquecieron a diversas corrientes que comenzaban a desarrollarse tanto en la arquitectura como en la escultura. Sintió muchas afinidades con artistas como Jesús Reyes Ferreira, entre otros, y sobre todo con Luis Barragán con quien trabajó alrededor de veinte años. Dejó una enorme obra plástica admirada y controvertida. Sus obras más atrevidas ahora son consideradas clásicos de la modernidad y conocido filósofo contemporáneo Slavoj Žižek ha manifestado una debilidad especial por una de las últimas ideas de creación plural concebida por Goeritz, el Espacio escultórico en la UNAM.

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Esta edición de Artes de México, coordinada por la historiadora del arte y escultora Mariana Méndez ofrece testimonios recogidos por ella de quienes estuvieron cerca de Goeritz. Vida y obra entrelazadas nos muestran los claroscuros de un apasionado protagonista de nuestra cultura en su búsqueda de “un arte total”. Es decir, un intento por integrar a una nueva arquitectura la acción transformadora de varias disciplinas artísticas, lo que implicaba una labor colectiva convertida en creación de una comunidad.

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Un ángulo especial de esta edición es la novedosa presentación que hace Leonor Cuahonte de su primera esposa, la fotógrafa Marianne Goeritz. Uno de sus alumnos más distinguidos en Guadalajara, el reconocido arquitecto fray Gabriel Chávez de la Mora habla de la huella profunda de su enseñanza. Una rica visión crítica de Ida Rodríguez Prampolini, su segunda esposa, nos deja ver la obsesión de Goeritz por el arte y cómo permeó casi todos los aspectos de su vida. Ida nos deja un valiente testimonio de una época de México y de los límites de una mentalidad que tuvo y sigue teniendo serias dificultades para aceptar a un creador de otro horizonte que además era radicalmente innovador. Las historiadoras Leticia Torres Hernández y Ana María Rodríguez nos presentan su obra religiosa y su búsqueda creativa y espiritual. Pero también nos muestran cómo se ha ido borrando poco a poco por la negligencia de la mayoría de las autoridades eclesiásticas que probablemente nunca la entendieron.

Es tan profunda su huella en otros creadores, tan interesante y polémica su obra y su personalidad que continuaremos su exploración en otras ediciones.


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