Laura de la Torre

D.R. © Alberto Beltrán, Mito del origen del Sol y la Luna, 1977.

El venado es uno de los animales con mayor presencia en las culturas indígenas de nuestro país. Sus huellas atraviesan prácticamente todo nuestro territorio; las podemos encontrar entre los yaquis, mayos, huicholes, nahuas, zapotecos, chinantecos y mayas.

Conscientes de la riqueza cultural que este majestuoso animal posee, el número 117 de Artes de México, “La búsqueda del venado”, traza una cartografía sobre las prácticas que las comunidades indígenas realizan en torno a él.

“¿Quién es este ser, animal y humano, para los yaquis? ¿Por qué la danza es el arte preponderante en los rituales? ¿Qué nos revelan estas ceremonias sobre la concepción de este animal, hoy en peligro de extinción?”. Este volumen representa también la lucha, a través de la palabra, por la conservación del temazate, cuya extinción implica la desaparición de todas aquellas manifestaciones culturales a las cuales está asociado.

El deseo y el sacrificio

Guilhem Olivier nos invita a descubrir el rico simbolismo de los cérvidos en Mesoamérica. Una de sus dimensiones más determinantes era la erótica. La cacería del animal estaba fuertemente relacionada con un proceso de seducción: por ejemplo, personajes como Mixcóatl, dios de la cacería, se enfrentaban a diosas transformadas en venados en un acto con connotaciones sexuales.

Venado —presa de cacería por excelencia— alcanzado por una flecha. D.R. © Códice Borgia, Biblioteca Apostólica Vaticana.

El juego erótico entre el cazador y su presa lo encontramos hoy en muchas regiones de nuestro país, tal como lo dan a conocer Juan Méndez y Laura Romero. En el sureste de Puebla, puede escucharse el siguiente canto: “Debajo de aquel cerrito / donde crecen las flores / vi a una niña / de la que me enamoré. / Venado, venado, ¿dónde andas?”.

El temazate adquiere un aspecto femenino, ya que son las hijas del Dueño de los Animales, a quien el cazador debe pedir permiso para llegar a ellas. Deberá entonces cumplir algunos requisitos como la abstinencia sexual y el ayuno estricto. Así, las alianzas con el venado son semejantes a las del cortejo humano.

Judea de la Semana Santa de Tehueco, Sinaloa. D.R. © Marco Pacheco.

Rituales de transformación

El poder de seducción del venado se cifra también como el poder de la transformación. En la Sierra Negra de Puebla, el temazate es comparado con la serpiente mazacoatl: ambas especies tienen capacidades depredadoras, uno muda de astas, mientras que la otra de piel; son buenas nadadoras, y tienen actividades diurnas y nocturnas.

Además de una analogía anatómica, hay un sentido mucho más extenso en las metamorfosis del cérvido. Daniel Oliveras de Ita da cuenta de algunas narraciones de la Sierra Norte de Oaxaca, en las que el animal es sacrificado para dar origen a la subsistencia del hombre.

En el mito sobre los hermanos Sol y Luna, se relata cómo los hermanos matan al mazate, su padre, y se lo entregan como alimento a la señora tepezcuintle, quien se encargaba de su cuidado. Con este acto: Sol y Luna “se separaron de la humanidad primordial compartida por los demás seres del mundo al sacrificar a su padre y practicar el canibalismo. Al cocinar al mazate, Sol y Luna se distanciaron de su condición humana y transformaron, mediante un guiso, el cuerpo de su padre en alimento”.

Por otra parte, entre los zapotecos del sur, el animal es asociado con el tiempo climático. Además de participar en las ofrendas para pedir buena cosecha, es el anunciador de la lluvia: “Cuando lo escuchan bramar durante la noche, los zapotecos tienen la certeza de que pronto caerá el agua”.

Si bien el venado se transforma para dar origen a la alimentación o incide en los aspectos climáticos de una región, en los huicholes, la autoinmolación del animal permitía mostrar la “verdadera forma del mundo”; en el principio de los tiempos, había dioses que, precedidos por el venado, peregrinaron en busca del amanecer. En su recorrido, fueron creando la tierra. El venado al sentir lástima por los caminantes, decidió sacrificarse y transformarse en peyote, el cual les permitió a los dioses experimentar las visiones sagradas: “Cazador y presa se vuelven uno”.

Judea de la Semana Santa de Tehueco, Sinaloa. D.R. © Marco Pacheco.

La danza del venado, una manifestación política

Para los mayos, los pasos del cérvido también marcaron el amanecer de los tiempos. En la danza del venado se citan las fuerzas primordiales que desencadenan la vida, las dos más importantes son el venado, en el que recae el aspecto luminoso del mundo, y el pajkola, representante de los animales fieros como el chivo, el coyote y la culebra.

En este enfrentamiento, el venado lucha para sacar el mal de la enramada. En ese sentido, la fiesta es también la defensa de un territorio y la afirmación de un patrimonio, el medio por el cual “los mayos han defendido su derecho a existir. Mediante la danza, los oficios convocan las fuerzas que rigen este mundo, cuya dinámica es necesaria para que la vida en él sea posible. Y lo será mientras el venado se levante con los primeros rayos de la aurora para deleitarnos con su estampa y la elegancia de sus pasos”.

En los yaquis, los dones del animal son otorgados durante el sueño. Los pajkola, por su parte, ven en el mundo onírico víboras de cascabel y chivos que les lamen el cuerpo. Durante la fiesta, estos últimos, “con máscaras de lagatijas, coyotes, pericos, perros, alacranes y el torso desnudo […] se burlan de la fragilidad humana, de la moral sexual, de la hipocresía cotidiana, de la ingenuidad del ‘hombre blanco’”, mientras esperan la aparición del hombre-venado quien los hipnotizará una vez más con su encanto.

Danza del venado realizada por los indios seris y yaquis. D.R. © Secretaría de Cultura-INAH-Sinafo-FN-Archivo Casasola, México.

En “El sendero y la voz”, Carlo Severi habla sobre la perspectiva desde la que se suele estudiar la diferencia cultural. Ésta llega a ser vista como prácticas realizadas por seres anónimos, opuestos a “nuestro” canon. Dicha visión —continúa— nos coloca en un espejismo, y nos inhabilita para la comprensión de lo que nos es ajeno:

“El razonamiento está aquí enteramente compuesto de verdades inertes, que dejan inmóvil nuestro horizonte. Esas verdades, tan a menudo repetidas, de la naturaleza de la diferencia cultural y de sus consecuencias sobre el conocimiento, nos permiten comprender muy poco”.

En un afán de buscar la profundidad vital de lo que existe a nuestro alrededor, y de situarnos fuera del espejismo del que nos habla Severi, el número 117 de Artes de México es una más de las ediciones que dan cuenta de la dimensión estética presente en las tradiciones orales, los rituales, las fiestas, danzas y los mitos de las comunidades indígenas: “nosotros sabemos que los más ricos, en todos los sentidos, son los que encarnan esa pluralidad y no aquellos que persiguen la homogeneización imitadora de ‘modernidades’ con lujo de oropel”, enfatiza Margarita de Orellana. Dicha riqueza, en esta ocasión, tiene como protagonista al venado.


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