María Gabriela Garrett Ríos y María de Lourdes Baez Cubero

En la sierra otomí-tepehua, los ancestros suelen reunirse con la comunidad para dirimir males y desacuerdos. Este intercambio sólo es posible por medio de la Santa Rosa. Al emplearla, el chamán puede dialogar con las fuerzas de aquel mundo otro. Las virtudes de la Santa Rosa nos descubren un contexto ritual y terapéutico, indisociable de las prácticas tradicionales otomíes, que son muy distantes de los usos desvirtuados a los que comúnmente se asocia la mariguana.

Una entidad viva y actuante

Entre los otomíes de la región oriental de Hidalgo, desde el altiplano de Tulancingo hasta la sierra otomí-tepehua, la Santa Rosa (Cannabis indica y Cannabis sativa) es una entidad viva y actuante. Se le reconoce como deidad femenina relacionada con el agua y la Virgen de Guadalupe. James Dow, en The shaman’s touch, recogió información en Tenango de Doria donde la vislumbran como hombre y mujer a la vez. Se le denomina cariñosamente la “Santa” o la “Santa Rosa”, aunque en Santa Ana Hueytlalpan también se refieren a ella como “medicinita” en alusión a su propiedad terapéutica. En algunas comunidades de los municipios San Bartolo Tutotepec y Huehuetla, se le celebra a finales de agosto. En el santoral oficial, se festeja el 23 de agosto, pero en la sierra esto se realiza en días variables.


Costumbre de Santa Rosa. Santa Ana Hueytlalpan Hidalgo.

La Santa Rosa tiene un papel fundamental en los costumbres, que comprenden tanto los rituales agrarios (en los municipios de Huehuetla, San Bartolo Tutotepec, Tenango de Doria y en la comunidad de Santa Ana Hueytlalpan) como los dedicados a los ancestros y difuntos (Santa Ana Hueytlalpan); y en la terapéutica, como agente de curación. En ambos actos, interviene el bädi, traducido del otomí como “el que sabe” e identificado con el curandero, quien posee los conocimientos y la investidura sagrada para comunicarse con las fuerzas divinas y llevar a buen término las acciones rituales. El bädi detenta un saber teórico derivado del don otorgado por las divinidades, pero ante todo su saber es práctico, ya que enfrenta los desequilibrios del mundo donde vive.

¿Mariguana o Santa Rosa?

Para los otomíes apegados a la tradición no es lo mismo mariguana que Santa Rosa, y no porque se trate de hierbas diferentes, sino por el cuidado particular que se le tiene a la planta, desde su cultivo hasta su uso. La Santa Rosa no se compra ni comercia; se comparte. Quienes la cultivan en sus huertos le dan un mantenimiento particular. La secan a la sombra y la depositan en el altar familiar. Se sahúma y sólo se consume para actividades rituales o de curación. Además no se fuma, se ingiere o se remoja para fines curativos. La sacralidad de la hierba conlleva un respeto hacia todo el proceso de producción y consumo.

Por ejemplo, en Tenango de Doria se requiere de una acción ritual para que la planta se convierta en Santa Rosa y el bädi pueda incorporarla a su altar. Se considera que la mariguana es una planta “fresca” y no posee la fuerza extrahumana de la Santa Rosa. Para alcanzar ese estatus, la planta deberá “vestirse”. Esto consiste en introducir al interior de una botella con aguardiente la hierba seca, se cierra y se le viste de mujer y se coloca en el altar del bädi. El acto de “vestir” es fundamental para otorgarle el estatuto ontológico que le confiere la capacidad sobrenatural de acción.

Numerosos otomíes de la sierra nos persuaden que la Santa no es “eso que fuman los mariguanos”, porque deriva de una forma corrupta de manejar a la planta. Resulta sencillo distinguir entre dos usos, uno endógeno (nosotros) y otro exógeno (ustedes), fincados en un fuerte sentido de identidad étnica.

Sin embargo, esta sutil diferenciación no es observable a simple vista. En los últimos años la presencia del narcotráfico se ha extendido por la región. En algunas áreas de la sierra se cultiva masivamente, resguardada por hombres armados que arremeten contra los lugareños y extraños. Lo mismo ha ocasionado que la presencia de la policía (y anteriormente el ejército) sea cada vez más común. Tenemos noticia de que en algunas comunidades se han llevado a cabo operativos donde la policía ingresa a las casas y decomisan la planta. Los bädis no pueden transitar libremente por los caminos si llevan Santa Rosa en sus bolsos por temor a ser intimidados, extorsionados o aprehendidos por realizar actividades de “narcomenudeo” (según la reforma a la Ley de Salud, publicada el 20 de agosto de 2009, una persona que porta una cantidad mayor cinco gramos de cannabis, equivalente a dos cigarrillos, es considerada narcomenudista).

A pesar de las condiciones adversas que afectan el cultivo, la portación y el consumo de la planta sagrada, los otomíes se resisten a abandonar sus prácticas tradicionales que son parte de su identidad y patrimonio. La Santa Rosa es un vínculo consubstancial con lo sagrado, medio de comunicación, enlace con el tiempo primigenio y agente de transmisión de saberes profundos. La fuerza que posee está en su doble valor: por un lado es un vehículo que hace posible al bädi cruzar el umbral al mundo “otro”; pero también es un espíritu auxiliar que ayuda a “ver” (lo oculto) a los hombres y les muestra la “verdad”. No todos los que la consumen pueden alcanzar estos niveles, se requiere cierta preparación.

Los estados a los que accede el bädi, gracias a la ingesta de la Santa Rosa, le proporcionan los medios para alcanzar una visión de largo alcance donde podrá acceder a todos los planos del universo, a otras subjetividades donde habitan las divinidades y ancestros que rigen la vida de los otomíes.

_______________

Puedes leer el artículo completo en la edición 127 de Artes de México Plantas sagradas. Ya está disponible en todas las librerías del país y en nuestro catálogo digital.

 

Ver en el catálogo
Córdoba #69 Colonia Roma, Ciudad de México, México, CP. 06700 | Tels: 52 + (55) 5525 5905, 5525 4036, 5208 3684
SOBRE ARTES DE MÉXICO