Miradas y noches del gran jaguar mesoamericano

Santiago Ruy Sánchez

Foto: D.R. © Gerardo Ceballos, en número 121 de Artes de México, Jaguar, 2016.

El jaguar (Panthera onca) es el felino más grande y emblemático de América. Sus atributos —fuerza, ferocidad, agilidad, astucia y belleza— alimentaron de múltiples e insospechadas maneras la imaginación y espiritualidad de los pueblos mesoamericanos. A pesar de su incuestionable relevancia en la vida cotidiana, religiosa y política del México antiguo, muy pocas publicaciones se han dedicado a rastrear y descifrar la riqueza cultural del gran felino. Artes de México consagra su número 121 a restituir al jaguar, por medio de la armonía visual y de la lectura, sus poderes cosmogónicos y majestuosidad.

Esto es una gran noticia. El gran felino se suma a la lista de monografías de la flora y la fauna emblemática del país a las que la revista ha dedicado indagaciones estéticas e históricas: los insectos, el venado, el maíz, el nopal, el maguey, el cacao, entre muchos otros.

“En Artes de México —afirma Margarita de Orellana en la editorial del número—, siempre hemos pensado, de manera tenaz y poderosa, que la naturaleza es cultura”. Este principio guía buena parte del trabajo de la casa editorial, siempre en colaboración con los más destacados especialistas.

Recreación de la pintura mural del cuarto 2, muro norte del edificio de las pinturas, zona arqueológica de Bonampak, Chiapas. D.R ©, Rina Lazo, Sacrificio, 1970. Foto: D.R. © Archivo Rina Lazo, en número 121 de Artes de México, Jaguar, 2016.

En este caso la coordinación estuvo a cargo de Guilhem Olivier —uno de los más importantes estudiosos de códices del náhuatl antiguo y de las culturas del México central.

En dos textos “Noches del rey jaguar” y “Dioses y jaguares”, Olivier nos invita a conocer las alianzas nocturnas y las luchas cósmicas del gran felino por medio de un corpus visual y testimonial tan exuberante como enigmático. La abundancia de asociaciones simbólicas del jaguar en el pensamiento del México antiguo remiten a diferentes espacios y aspectos de la mitología: en los orígenes y finales de ciclo; en la tierra o en las estrellas; en la guerra y en la milpa; en los pecados o en los ritos de penitencia y auto-sacrificio.

El jaguar fue un referente fundamental en los rituales propiciatorios, en los símbolos asociados al poder de los señores o en la exaltación de ascendencias divinas. Sucesivamente, Karl Taube en “El portador de la lluvia” explora las relaciones del felino nocturno con Tláloc —dios de la lluvia y la fertilidad— así como los poderes de transformación de los guerreros y sacerdotes con quienes mantenía vínculos rituales.

Nawa Sugiyama en “La noche y el día en Teotihuacán”, da cuenta de las representaciones de la dualidad en la antigua capital, cuyos notables pintores identificaron como actores prominentes en las escenas de violencia ritualizada.

Monumento 14, zona arqueológica El Baúl, Cotzumalguapa, Guatemala. Foto: D.R. © Oswaldo Chinchilla, en número 121 de Artes de México, Jaguar, 2016.

En “El majestuoso arte escultórico del jaguar”, Oswaldo Chinchilla Mazariegos analiza las monumentales esculturas de la acrópolis de El Baúl, Guatemala, que desafían los límites entre lo humano, lo divino, lo animal y lo vegetal. En “Entre señoríos y linajes”, Manuel A. Hermann Lejarazu nos invita a descifrar en los prolíficos códices mixtecos los múltiples e insospechados vínculos del gran felino con la vida política y espiritual de ese pueblo.

El artículo “Símbolo colonial del poder indígena” de Ethelia Ruiz Medrano constituye un cierre digno de esta excepcional edición pues narra la persistencia de la asociaciones simbólicas del jaguar en la época virreinal, e incluso hasta hoy en términos territoriales, en tanto atributo de nobleza y personaje central en mitos de fundación.

Danza de los tecuanes, panteón de Suchiapa, Guerrero. Foto: D.R. © George O. Jackson, en número 121 de Artes de México, Jaguar, 2016.

Artes de México ofrece nuevamente claves para rastrear las huellas del jaguar en el fascinante e intrincado México antiguo. Indispensables para comprender dimensiones profundas del México actual. El encuentro con el temible animal se torna en un espejo para entender las maneras cómo los pueblos mesoamericanos concibieron el poder, la divinidad y la naturaleza. Pero también cómo se viven hoy las relaciones comunitarias con esa triple otredad. Y por eso el arte popular de las danzas de Guerrero donde el jaguar es protagonista y ocupa un lugar importante en esta edición.

Por una parte, se incluye un rico e instructivo muestrario de las máscaras rituales de danzas populares de Oaxaca, Puebla y Guerrero. Por otra, las fotografías únicas de George O. Jackson de los “Tigres de Zitlala” y los “Tecuanes de Suchiapa” son una experiencia de fascinación, miedo y belleza. Esa iconografía contemporánea se suma a la más brillante y seductora selección de piezas de jaguares del México antiguo que se puede gozar. La edición se complementa con un informe detallado del estado de supervivencia de los jaguares en el país.

Tigres de Zitlala, Guerrero. Foto: D.R. © George O. Jackson, en número 121 de Artes de México, Jaguar, 2016.

Como una rica dimensión literaria siempre está presente en Artes de México, este número abre con una cita luminosa del poema clásico del gran poeta de Chiapas, Efraín Bartolomé:

Un sol de tacto.
Por la intrincada selva de mis nervios lo miro caminar.
Perfecto hijo del día y de la sombra.
Suave centella: silenciosos paseante de mis venas.

En lengua inglesa, el poeta Ted Hughes escribió dos poemas que se han convertido en referencia omnipresente donde el felino aparece. Y en esta edición el poeta mexicano Rafael Vargas nos ofrece un divertido, ingenioso y sabio ensayo imaginario sobre ellos: “Con Ted Hughes en Malinalco”. Una antología de citas de poemas con jaguares recorre las páginas y así nos encontramos, al filo de las hojas, con un jaguar amante de Elsa Cross “Hombre jaguar, muchacho, boca esculpida… tus manos desatan mi vestido”; uno movedizo y vibrante como el horizonte selvático, de Fernando Sánchez Mayans; otro de Efraín Bartolomé donde el paso de jaguares tiñe de manchas el cielo; y uno erótico de Daniel Rodríguez Sasso:

Iracundo, el sol: jaguar multiplicado entre la niebla
muerde tus muslos de agua y se abre paso
y entra al obscuro poblado de milpas de tus piernas.

Como nos recuerda Margarita de Orellana en su carta editorial soberbiamente ilustrada por el mayor fotógrafo mexicano de jaguares, Patricio Robles Gil: “La selva de ideas históricas y contemporáneas en la que vive hoy el jaguar, patrimonio natural y cultural en peligro de extinción, es aún una noche apasionante que siempre requiere ser descifrada paso a paso y con extrema delicadeza de interpretación. […] Conocer, admirar y comprender es el primer paso para revertir nuestra indiferencia”.

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