Alberto Ruy Sánchez

Francisco Toledo, Luchadores I (la llave más dolorosa), 1987. Técnica mixta sobre papel. Museo del Estanquillo.

 

Es un hecho que la lucha libre apasiona y fascina. Algo en ella envuelve los sentidos y posee al público completamente. Y una de sus dimensiones más atractivas es la del lenguaje que se despliega desde las gradas a gritos. Ahí una segunda lucha libre, hecha de palabras, flota simultánea en el aire como otra piel de la noche.

Pero toda la lucha y lo que la envuelve es un lenguaje cifrado, un acto de lenguaje que además de seducirnos es una adivinanza, un reto. Para ayudar a descifrarlo, como eje de los dos números clave que Artes de México ha dedicado a ese fenómeno tan peculiar y tan vivo, los editores emprendieron una nueva traducción, realizada magistralmente por María Palomar, del ensayo clásico de Roland Barthes sobre la lucha. Forma parte de la serie de osadas incursiones en la vida cotidiana que el autor emprendió en los años cincuenta y que se convirtieron en claves para comprender el lenguaje del mundo que comenzaba a querer ser moderno. Primero publicó uno cada mes en revistas. Una serie que agrupó luego en un volumen bajo del título significativo de Mitologías. Con ese libro abrió puertas al pensamiento para reflexionar sobre lo que entonces no se consideraba digno de atención mayor.

D.R. © Enrico de Luigi. Misterioso Jr. rompe el toque de espaldas que Stuka Jr. le aplica antes de la tercera palmada del réferi Orlando, el Furioso. Havre, Francia, 2009.

Puso en la mesa una cincuentena de temas con los que la gente convivía pero sobre los que no reflexionaba. Y cerró su libro con un largo ensayo propositivo, titulado “El mito hoy”, en el que inventó un nuevo campo de pensamiento, a medio camino entre la antropología, la sociología, el psicoanálisis y la lingüística. El seminario que sería su cátedra permanente se llamaría: “Sociología de signos, símbolos y representaciones”. En Mitologías lanzó un programa para develar las ideologías de los poderes de su tiempo con el instrumento de la poesía. “Entiendo por poesía”, dice Roland Barthes,“la búsqueda del sentido inalienable de las cosas”. Y su meta, en libros y cursos, era intervenir con la lucidez de la poesía en “la desgarradura del mundo social”. Lo que debemos buscar, sostiene, es “una reconciliación de los humanos con lo real, de la descripción con la explicación, de las cosas con el saber”.

Sobre la lucha adelantó ideas fundamentales. Explicó por qué no es un deporte como el box, por ejemplo, completamente protestante: donde se rinde culto aséptico al esfuerzo. Donde las cualidades físicas de un contendiente se imponen sobre las del otro. La lucha es más cercana al teatro antiguo y los espectáculos rituales y excesivos del barroco. Despierta una emoción descarnada: la lucha, o el catch, como se le llama en Francia, sucede bajo “una luz sin sombras, elabora una emoción sin pliegues.” Emoción bruta e incuestionable.

Roland Barthes describe cómo cada personaje y situación se conectan con regiones inmediatamente viscerales del espectador. El físico del luchador, obeso o atlético, su despliegue de máscara y traje y cabellera, es el primer mensaje afectivo. Los luchadores encarnan defectos y virtudes, aspiraciones y vilezas, son una Comedia Humana “que entrega al público el gran espectáculo del dolor, de la derrota, y de la justicia.” Todo ello amplificado por el énfasis de la máscara. Que como en el teatro griego subraya más de lo que esconde. “Una orgía de malos sentimientos” en la escena produce, según Barthes, la mejor lucha.

D.R. © Dr. Lakra, sin título, 2005. Tinta sobre poster. Colección del artista.

Ellos saben volar

Los villanos, los rudos, son siempre excesivos, rompen las reglas por pulsión, hacen trampa sistemáticamente. Son malísimos y el público se los cobra. Cada espectador es parte de la lucha. El arma principal de la persona que vocifera desde las gradas es el ingenio. El doble sentido de sus gritos es una llave verbal que todos gozamos como se disfrutan las llaves físicas aplicada en el escenario del cuadrilátero. Que en la lucha libre se llama fastuosamente el ámbito del “pancracio”, el ámbito donde está en juego todo el poder.

Con mucha frecuencia, el ritual del exceso hace que la acción suceda más allá del cuadrilátero encordado. Los luchadores se salen pero lo suyo no es un salto hacia afuera, es un vuelo de ave o de dios, un gesto sobrehumano. Que, ocasionalmente, se lanza incluso sobre el público. Se rompen todas las reglas del espacio y del tiempo supuestamente acordadas. Algunas veces se anuncia o se inicia una pelea en las tribunas. En otras ocasiones, el luchador ofendido y humillado reta de pronto al público que lo abuchea y se baja del ring para lavar la vergüenza de haber sido insultado. Nunca pasa a mayores. La inminencia de los golpes prohibidos fuera del ring es parte del drama.

Pero el despliegue de malabarismos, de enorme elasticidad de los cuerpos y sus masas rebotando contra las cuerdas, el espectáculo de energía desbordante, tiende a lo contrario: al nudo, a la contención forzada, al espectáculo del dolor, la humillación. La llave aplicada hasta el fin es la mitología misma del sufrimiento humano. El repertorio de llaves es toda una gramática del sufrimiento impuesto y de la derrota.

Pero se convierte en una derrota de dimensiones míticas, mucho más tremenda que una derrota deportiva. Es la derrota de los dioses y de los humanos. No es el resultado de una destreza o de una fuerza física sino de algo más antiguo y profundo. Aquí toda derrota es mítica. Es derrota o victoria de la justicia. No de un deportista hábil o torpe.

D.R. © Miguel Malverde, Atlantis vs la muerte, 2014. Mixta sobre papel.

Asunto de diosas y máscaras

Roland Barthes concluye describiendo eso mismo que sentimos cada vez que estamos en la México o en la Coliseo. Porque los poderes del montaje fantástico que es la edición nos permiten llevar a Roland Barthes a visitar con nosotros la Arena Coliseo, por ejemplo, cuando los reflectores golpean las máscaras llenas de dorados y plateados y otros colores brillantes y se reflejan en los cuerpos sudorosos de hombres y mujeres excedidos de carnes y de gestos: “Sobre el ring y en lo más hondo de su ignominia voluntaria, los luchadores siguen siendo dioses porque son, por unos instantes, la clave que descifra la Naturaleza, el gesto puro que separa el Bien del Mal y devela el rostro de una Justicia por fin inteligible.”

Unas páginas más adelante de su ensayo en la edición de Artes de México vemos a esos mismos dioses convertidos en figuritas de plástico. Como en cualquier ritual los seres sacralizados tienen sus reproducciones poderosas, sus fetiches. Y las de los luchadores llevan una carga simbólica y emotiva que hace concluir al escritor Rogelio Flores, antes luchador y ahora ganador del Premio Literario Lipp con su primera novela Un millón de gusanos (Editorial Resistencia): “Nunca un juguete tan barato y sencillo fue más hermoso”. Su artículo se llama, significativamente, “Olimpos de plástico”.

Porque la lucidez del texto de Roland Barthes aclara y sitúa como un eje conceptual el conjunto variadísimo de textos e imágenes sorprendentes que componen los dos números luchones de Artes de México con portadas lúdicas y expresionistas de Francisco Toledo y Sergio Arau. Todos los análisis de la historia y el sentido de la máscara tan especial en la lucha de este país se iluminan de otra manera gracias a las claves de Roland Barthes. La máscara es protagonista del primer volumen de esta serie porque ocupa un lugar muy especial en el desarrollo y arraigo de la lucha en México. La máscara se trenza con la cultura barroca de manera más profunda y profusa que en cualquier otro país. Varios artículos desde diferentes ángulos lo exploran.

D.R. © Sergio Arau, Ay Dolor, 2010. Acrílico sobre tela. Colección Arau-Arizmendi.

También los reportajes sobre la presencia contundente de la mujer en el cuadrilátero mexicano, por ejemplo, adquieren una dimensión profunda y una significación que es central en el ritual de la lucha. Van con los tiempos porque se enfrentan a los prejuicios machistas de su siglo y los trascienden. Pero el significado de su lucha adquiere dimensiones mitológicas. El rigor que ha tenido el historiador Orlando Jiménez Ruiz para armar estos dos volúmenes con un conjunto de autores de primera que a la vez son muy divertidos, la pasión y compromiso de todo el equipo de Artes de México, inmersos en la lucha libre por largo tiempo, hace que se vuelvan ediciones de referencia: gozosas e indispensables. Y que en ellas estén las claves de esa gran adivinanza que siempre nos seduce.

  1. Lucha libre I. Relatos sin límite de tiempo.
  2. Lucha libre II. Dos al hilo.

Ver en el catálogo
Córdoba #69 Colonia Roma, Ciudad de México, México, CP. 06700 | Tels: 52 + (55) 5525 5905, 5525 4036, 5208 3684
SOBRE ARTES DE MÉXICO