Saberes enlazados. La obra de Irmgard Weitlaner Johnson

Laura de la Torre

Tejedora chinanteca. San Lucas Ojitlán, Oaxaca, 1952.

Irmgard Weitlaner Johnson llegó a México en 1922; su padre, Roberto Weitlaner, investigador apasionado de nuestra cultura, la motivó a realizar una de las actividades que la definiría por el resto de su vida: viajar y documentar la cultura material de los pueblos indígenas, en especial, dar a conocer las formas del arte textil indígena.

Irmgard tuvo la buena fortuna de vivir una época textil próspera. En la primera mitad del siglo XX, se realizaba una gran variedad de vestimenta en telar de cintura por medio de diversas técnicas y con insumos naturales. Irmgard no sólo pudo documentar gran parte de la labor de los indígenas, sino que también fue testigo de las transformaciones en la indumentaria: “una época en la que los hilos, los tintes y las telas industriales reemplazaron los materiales que se procesaban localmente y en la que los tejidos y las prendas que antes se elaboraban para uso doméstico y venta en mercados fueron reorientados hacia una clientela externa. Los textiles indígenas habían entrado al mercado global”.

Guy Stresser-Péan. Irmgard observa a doña Sixta Trejo preparar una tela para teñido de reserva. Vizarrón, Querétaro, 1953.

Desde sus primeras expediciones a las regiones chinantecas y mazatecas de Oaxaca durante 1934 y 1940 (eran tiempos en los que no había carreteras y los recorridos se hacían a pie y a caballo) hasta sus últimos viajes, realizó un valioso registro fotográfico, así como minuciosos apuntes sobre los procesos de cada técnica. es una recopilación de este trabajo, que Kirsten Johnson, su hija, nos comparte, y que se nos presenta como una ventana que nos permite asombrarnos del conocimiento enlazado entre los hilos:

“Gracias a sus viajes, su formación profesional, su dedicación, sus convicciones y a la época afortunada en la que le tocó vivir, ella construyó una visión única sobre la historia y la etnografía de los tejidos indígenas”.

En Saberes enlazados, presentamos dicha visión con alrededor de 500 fotografías tomadas por Irmgard y Bodil Christensen —la compañera de viaje con la que compartía la labor fotográfica.

Mujer nahua batiendo algodón.

Irmgard realizó expediciones de rescate, mucho más sistemáticas a partir de 1951, por las que también pudo formar una colección representativa de textiles que hoy son una muestra de las diversas técnicas: desde los cotones tejidos con fibras naturales como el chichicastle y la lana de San Juan Guivini, Oaxaca; los huipiles de boda mixtecos con bordados de satín y seda, realizados con tejido sencillo; las características mantas coloradas de lana y teñidas con grana cochinilla, cuyas franjas recuerdan los muros de Mitla; los posahuancos de la región de Pinotepa, hechos con tejido labrado y tintes naturales extraídos del caracol Purpura pansa; los quexquémetls de tejido en curva de San Pablito, Puebla o las cobijas rarámuri de tejido en anillo, por mencionar sólo algunas muestras de las que damos cuenta en la presente publicación.

“El aporte excepcional de Irmgard sobre la tradición textil de México es resultado de la combinación de su entusiasmo por la investigación de campo, su dominio sobre los aspectos técnicos del tejido en telar de cintura, su compromiso con la conservación museográfica de un arte que va desapareciendo y la generosidad con la cual compartió su experiencia con otros”.


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