“Una mujer inventó México y se llama Guadalupe”. Entrevista con Rafael López Castro

Rafael Vargas

Foto cortesía de D.R. © Rafael López Castro, aparece en el libro Vestida del Sol. México: Ediciones ERA, 2006 y en Alebrije. Monstruo de Papel, suplemento de la revista Artes de México, junio 2017.

Visitar a Rafael López Castro en su casa es un deleite. Es como entrar a una especie de galería repleta de cuadros y objetos preciosos que uno quisiera detenerse a mirar: desde obras terminadas y colgadas en los muros (por ejemplo, esa enorme imagen de la Virgen de Guadalupe, soberbiamente bordada en lentejuela), proyectos en proceso de gestación en una o más de las varias mesas en las que trabaja, hasta una gran variedad de pequeños objetos de todo tipo y colorido que aguardan en cajas, cajones y repisas el momento de formar parte de una nueva creación.

Muchos de sus trabajos, en especial en los últimos tiempos, están referidos a México. Hay temas sobre los que ha trabajado de manera constante y recurrente: el águila y el sol, dentro de la iconografía tradicional mexicana; el escudo nacional —en el que, por supuesto, también está incluida el águila, pero no como único elemento—, Benito Juárez, Zapata, la Virgen de Guadalupe… Todos, símbolos entrañables de nuestro país.

“Soy un enamorado del lugar donde nací”, dice Rafael, y es lógico que su amor por la patria se traduzca en devoción hacia sus símbolos, devoción que cultiva —y eso es lo que le confiere singularidad a su obra— a través de la investigación y documentación de sus manifestaciones en la cultura popular.

Uno de los ejemplos más acabados de ese fervoroso cultivo es el libro Vestida del sol, publicado por Ediciones ERA en el año 2006, que da pie a que conversemos muy brevemente con su autor, no porque se trate de una novedad bibliográfica —obviamente no es así—, sino por el novedoso acercamiento a la veneración de la Virgen de Guadalupe que López Castro despliega en sus páginas.

A lo largo de cinco años, Rafael recorrió las calles de la Ciudad de México, de Guadalajara, y de diversas ciudades y poblaciones de Jalisco y Michoacán captando en improvisados altares callejeros, en los muros de baldíos y de viviendas, en cortinas metálicas de comercios y hasta en rocas y piedras al borde de una carretera o de un sendero en el campo, las múltiples representaciones de la guadalupana pintadas por los más variados motivos, con mayor o menor destreza, por las manos anónimas de la adoración popular.

Foto cortesía de D.R. © Rafael López Castro, aparece en el libro Vestida del sol. México: Ediciones ERA, 2006 y en Alebrije. Monstruo de Papel, suplemento de la revista Artes de México, junio 2017.

Rafael Vargas (RV): Es evidente que al realizar esta serie de fotografías no te mueve sólo un propósito estético o antropológico. Detrás de la lente hay un creyente también.

Rafael López Castro (RLC): Yo nací en Degollado, un pequeño pueblo de Jalisco fundado en la segunda mitad del siglo XIX, en el que hay una especial veneración por la Virgen de Guadalupe —es la patrona del pueblo—, a pesar de que en Jalisco está muy extendida la veneración a la Virgen de San Juan de los Lagos. Mi familia era guadalupana. Mi madre solía decirme: “Ándele m’hijo, vamos a ver a la Virgen”, y quedaba sobreentendido que iríamos a la iglesia a ver a la Virgen de Guadalupe. (“Oiga, apà, ¿y la Virgen de San Juan de los Lagos? Ésa es otra”.) Tenía entonces cinco, seis años de edad. La cita con la Virgen de Guadalupe era una cita con el milagro. Me volví guadalupano por formación familiar, por mi gente. Y a mí, desde el principio, su imagen me gustó mucho. ¶ Este libro es producto de ese guadalupanismo. Y de un periodo muy particular, en el que, por una corriente devocional [como respuesta a la duda expresada por el abad de la Basílica, Guillermo Schulenburg, sobre la existencia histórica de Juan Diego], la gente pintaba la imagen de la Virgen de Guadalupe dondequiera que se le ocurría. Es la única vez que la Ciudad de México se “inundó” de imágenes de la Guadalupana. Y a mí se me ocurrió dejar testimonio de eso, capturar esa riquísima variedad de imágenes. Recorrí toda la ciudad (quizá exagero un poco) y saqué cerca de tres mil fotografías, o poco más, sumadas las fotos que tomaba cada vez que iba a otra parte del país. ¶ Fue una especie de manifestación popular que duró tres o cuatro años, una cosa efímera. Hoy la mayor parte de esas imágenes ya no existe. Ya sea porque repintaron los muros o porque las deslavó la lluvia… Por suerte, pude registrarlas. Y, si te fijas, en el libro nunca se indica en dónde tomé cada una, porque me di cuenta de que tenía que ser una expresión de una idea nacional, porque me parece el símbolo más rico de lo mexicano. En esas imágenes uno no ve la expresión religiosa de un barrio, como ocurre cuando se celebra una fiesta gremial o una peregrinación tradicional, sino la manera en que cada quien ha hecho suya la imagen de la Virgen, cómo la idea de la guadalupana forma parte de su vida. Desde el pandillero o drogadicto que pinta a la Virgen sosteniéndolo y escribe a su pie: “Perdóname, Madre mía, por mi vida loca”, hasta la feminista que le cubre el rostro con un pañuelo rojo y la presenta como una suerte de guerrillera que combate a favor de las mujeres. Pero, aun siendo tan personales, estas representaciones reflejan un sentir colectivo. Por eso no las identifiqué, como lo habría hecho si se tratara de un registro técnico. Lo que busqué cuando me di cuenta de lo que entrañaban esas representaciones fue formar un mosaico.

Foto cortesía de D.R. © Rafael López Castro, aparece en el libro Vestida del sol. México: Ediciones ERA, 2006 y en Alebrije. Monstruo de Papel, suplemento de la revista Artes de México, junio 2017.

RV: Hace algunos años, cuando apareció tu libro, le comentaste a un periodista que Vestida del sol es un libro generoso, en comparación con otros libros de fotografía, porque incluye doscientas imágenes. Pero hace unos momentos decías que hiciste alrededor de tres mil tomas. ¿Piensas hacer algo con las fotografías restantes?

RLC:  Tengo que volver a mirarlas, revisarlas con calma. Me parece que se podría hacer otro libro. Probablemente seleccionaría menos fotografías. Pero creo que el tema lo ameritaría. Hay un buen número de obras iconográficas alrededor de la guadalupana, pero creo que no hay muchas que recojan la expresión popular y no estaría de más abundar en el tema. Aunque para mí se trata de un proyecto concluido, tal vez todavía deba hacer algo más con lo que tengo. (Y claro que, como fotógrafo, si encuentro una representación de la guadalupana que me atraiga, allí estaré.) ¶ Me interesa tratar de abrir una nueva perspectiva para abordar un tema eterno. Que no sea la iglesia católica la que determine cómo debemos ver o adorar a la Virgen de Guadalupe. Como te dije hace rato, a mí la guadalupana es una figura que me gusta mucho. Tanto su imagen como su historia. Basta asomarse a ella para darse cuenta de que una mujer inventó México y se llama Guadalupe. En México todos somos guadalupanos. Seamos o no creyentes. Es como nuestro escudo nacional femenino. Nos pertenece a todos. ¶ Su origen es fascinante. Yo tengo planes para visitar pronto la Capilla de Indios en el Tepeyac, el primer santuario de la Virgen, donde los indios veneraban a Tonantzin de Guadalupe. Yo soy un indio güero y me gusta visitarla como cuando era niño. Ahora, con que me salude cuando paso frente a su altar, me basta para estar contento.

Foto cortesía de D.R. © Rafael López Castro, aparece en el libro Vestida del sol. México: Ediciones ERA, 2006 y en Alebrije. Monstruo de Papel, suplemento de la revista Artes de México, junio 2017.

Conversar con Rafael López Castro, así sea rápidamente, porque tiene que ir a otra parte, también nos basta para salir de su casa contentos y agradecidos. Tiene 70 años, y una larga trayectoria —ya rebasa el medio siglo— como fotógrafo y diseñador gráfico. Ha hecho libros que son objeto de gozosa reflexión, como Domingo de Ramos en Uruapan, Michoacán (Artes de México, 2006) y La huella de Juárez (Trilce, 2007) y, algo que es importante destacar, tiene varios libros más en diverso estado de cocción. Su interés fundamental es México, del cual, como ya se apuntó, vive enamorado (“aunque, como todos los enamorados, de vez en cuando hago mis corajitos”). Es uno de nuestros grandes artistas plásticos. Creo que esta pequeña entrevista permite ver porqué los frutos de su trabajo son admirables.


Rafael Vargas es escritor y traductor. Ha participado en publicaciones como Biblioteca de México, Revista de la Universidad Proceso. Entre sus libros destacan El habitante de la niebla Escritura de la flor. En Artes de México publicó El color del tiempo.

Ver en el catálogo
Córdoba #69 Colonia Roma, Ciudad de México, México, CP. 06700 | Tels: 52 + (55) 5525 5905, 5525 4036, 5208 3684
SOBRE ARTES DE MÉXICO