Una casa como yo. Construir en la Ciudad de México

Mónica Mansour

D.R. © Patricia Lagarde, en Una casa como yo. Construir en la Ciudad de México, colección Libros de la Espiral.

La casa es un lugar de refugio y recogimiento, un lugar íntimo y privado. Allí se albergan las memorias, las fantasías, los deseos y los miedos de cada uno de sus habitantes; allí se reflejan sus sueños, sus esperanzas y sus tragedias. Y todos esos pasados, presentes y futuros conviven en un mismo espacio.

1. Casa

La casa es un lugar para apartarse del mundo, cercenarse de la vida exterior y dejarla fuera. Para disfrutar la intimidad, la soledad, para hacer girar y revolotear las reflexiones y los pensamientos, las alegrías, los dolores y las fantasías, se debe tomar posesión de la casa que se habita: manipularla, adecuarla, ajustarla, darle significado a cada uno de sus detalles. Uno trata de plasmar allí su propia visión del mundo a través de un conjunto de ritmos, rutinas y rituales.

La casa también es un lugar donde se puede abrir el mundo propio hacia el exterior y permitir que otros mundos entren a él por un rato. Para compartir esta intimidad, se necesitan espacios abiertos para recibir otras intimidades, espacios para el entretenimiento, la curiosidad y el interés en los demás.

La casa es una ciudad pequeña, así como la ciudad es una casa grande, decía León Batista Alberti, gran arquitecto del siglo XV. Y uno quiere que su casa sea su retrato y su biografía, como dice Curzio Malaparte de la ciudad que quiere construir. Pero, dado que uno se va modificando día con día, también quiere que la casa sea el espacio donde uno pueda rehacer y retocar su retrato y su biografía, un espacio que logre reajustarse a los nuevos sueños. Una casa generosa para las esperanzas; que ayude a no caer en la desesperanza, decía Barragán. Porque la casa es para vivir, no sólo para sobrevivir. […]

D.R. © Jorge Vértiz, en Una casa como yo. Construir en la Ciudad de México, colección Libros de la Espiral.

2. Sentidos

Para crear espacios, construir casas o remodelarlas, se requiere poder vivir multitudes de vidas y momentos y circunstancias y personalidades propias y ajenas. Es un teatro de los sentidos, a la vez representación y participación. Para ello, hay que mantener alerta la capacidad de percibir, la capacidad de integrar los espacios y los objetos que se perciben.

Las personas que habitan el espacio conviven con los objetos y huecos que contiene; perciben y reciben su entorno con sus cinco sentidos y establecen con ellos relaciones recíprocas. Estas relaciones a la vez dan y reciben, crean correspondencias, generalizan y particularizan. Porque, a fin de cuentas, la realidad está hecha de la relación entre las cosas, las presentes y las ausentes, las cosas con el tiempo, las cosas con su espacio. El habitante, que también es el espectador principal, atribuye las alusiones que esos contactos provocan y las percibe. Y no pueden dejarse de lado las profundas relaciones que se forman entre la vivienda propia y esas otras viviendas más amplias que son el barrio, la ciudad y el mundo. […]

D.R. © Patricia Lagarde, en Una casa como yo. Construir en la Ciudad de México, colección Libros de la Espiral.

3. Materiales

Una casa es un resumen de nuestro planeta: contiene casi inevitablemente los cuatro elementos —tierra, aire, fuego, agua— según la tradición occidental, o los cinco, según los chinos, que son fuego, agua, metal, madera y tierra. Y para nuestro planeta, así como para nuestra casa, procuramos la resistencia y la durabilidad, junto con la belleza, las texturas, los colores, la calidez y la luminosidad.

Todos los materiales utilizados para construir provienen de nuestro planeta Tierra, ya sean subterráneos, como la piedra, los minerales y los metales, o de la superficie, como la tierra en sí, cruda o cocida, o bien elevados, como la madera de los árboles.

Los materiales de construcción son generalmente los mismos, y —salvo presunciones de lujos y extravagancias— suelen predominar los materiales locales más a la mano en disponibilidad y precio. Pero no puede olvidarse que, si bien la construcción de una casa es un proceso dinámico, la casa ya construida y habitada también se vuelve un proceso dinámico que se transforma en el transcurso del tiempo; asimismo, los materiales se transforman con el uso, durante y después de la construcción.

Casi todos los materiales se utilizan en dos formas: una rústica en el proceso de construcción, y otra afinada y refinada en los acabados y la decoración, además de los muebles y objetos cotidianos que se añaden después. […]

D.R. © Patricia Lagarde, en Una casa como yo. Construir en la Ciudad de México, colección Libros de la Espiral.

4. Guía teórica de la construcción

Rumbo: Una casa está en un terreno, el terreno en un barrio, el barrio en una colonia, la colonia en la ciudad. Uno va a instalar un volumen ajeno que pretenderá integrarse a ese entorno y, a la vez, marcar y señalar su particularidad, su individualidad, su diferencia.

Crear espacios es crear modos de vida —no sólo reflejarlos—, entender distintos tipos de vida y distintas relaciones personales, climas, paisajes, aire, luz. Para remodelar o construir una casa hay que imaginar que uno habita ese espacio, que llega todos los días por esa calle, ve y saluda a los vecinos, entra y es bien recibido por esos muros en que pasa tantas horas de su vida. Un espacio con aire y luz, sonrisas y secretos a veces mullidos y acogedores, a veces afilados y precisos.

Cada barrio tiene un carácter específico. En distintas épocas y por distintas circunstancias, se formaron los barrios y colonias de la ciudad. Algunas colonias fueron pueblos independientes con su centro y sus barrios aledaños. A medida que la ciudad creció, las regiones intermedias entre la ciudad original —el centro de México— y aquellos pueblos se fueron habitando, ya sea por trabajadores, por inmigrantes, por las clases más adineradas que querían alejarse del tráfico y los comercios, por la gente del campo que venía a buscar oportunidades de trabajo, por viviendas para obreros cuando las industrias todavía proporcionaban ese beneficio a sus trabajadores. Y todo esto se refleja en la arquitectura de las viviendas. Al pasear por la ciudad, se ve claramente que cada rumbo tiene su estilo, o bien concentra la mayor parte de los ejemplos de un estilo: basta con pensar en el Centro o la Roma o la Condesa o Polanco y Anzures o Tacubaya o Las Lomas o el Pedregal, o bien en los pueblos como Coyoacán, Tlalpan y Azcapotzalco.

Pero también llega a suceder que de pronto encuentra uno en el centro de Coyoacán dos casas de la década de 1940 estilo Polanco, o bien unas casonas de estilo supuestamente neoprovenzal en medio del Pedregal de San Ángel, sin contar las casas del estilo llamado funcionalista rodeadas de construcciones art nouveau o art déco en la Roma, entre otros mil ejemplos.

Lo único que quiere uno solicitar a los arquitectos es un poquito de respeto y una mínima noción de armonía entre una casa y su entorno. En otros palabras, que no olviden que la casa está ubicada en un entorno; que mediten un poco acerca del caos visual que nos rodea en la mayor parte de la ciudad.

“El individualismo moderno ha inducido al hombre a exigir un medio simbólico personal. El problema suele resolverse mediante una imitación ‘romántica’ de motivos. Por tanto, la vivienda moderna refleja especialmente bien el caos social y cultural de nuestro tiempo”, dice Christian Norberg-Schulz. […]


Mónica Mansour nació en Buenos Aires, Argentina, el 22 de marzo de 1946. Poeta, narradora y ensayista. Radica en México desde 1954. Estudió letras hispánicas y la maestría en letras iberoamericanas en la FFyL de la UNAM.

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