Alberto Ruy Sánchez

Ruth D. Lechuga en su casa, s.f. Foto: D.R. © Artes de México, 2017.

El 22 de junio de 2017 fue inaugurado el Centro de Estudios de Arte Popular Ruth D. Lechuga, como parte del Museo Franz Mayer. Ahí se resguardan en un nuevo equipamiento y se ponen a la disposición de investigadores y de un público necesariamente restringido las 13 mil obras de arte popular que la gran especialista, fotógrafa, viajera y promotora del arte mexicano heredó a dicho recinto antes de morir, en 2004.

Además del número de piezas, que duplica el acervo del mismo Franz Mayer, la fragilidad de ellas hace enorme el reto de conservarlas adecuadamente. Hubo que hacer un obra muy importante de reforzamiento y adecuación de una área del excelente edificio antiguo que ocupa el museo para poder recibir las estanterías plegables y corredizas que alamacenan ahora su obra.

El nuevo Centro de Estudios, dirigido por Marta Turok, quien ha estado a la cabeza de esta obra de preservación y catalogación, es un paso inmenso en la tarea de tratar con responsabilidad este legado de objetos hechos con las manos en los que está el México muchas veces oculto, su diversidad y su creatividad.

Como fue señalado claramente por el Presidente del Patronato del Museo, Rogerio Juan Casas Alatriste y el director del Museo, Héctor Rivero Borrell, esta labor fundamental de preservación y almacenamiento es el primer paso de muchos que incluirán tanto el estudio como la exhibición y difusión de la obra para cumplir cabalmente el deseo de Ruth Lechuga. En el mismo sentido habló Alfonso Suárez del Real, quien desde la Cámara de Diputados apoyó de manera importante la realización de esta labor.

Figuras de plomo, 1990. Foto: D.R. © Jorge Vértiz, en El Cuarto Rosa de Ruth D. Lechuga, México: Museo Franz Mayer/Artes de México, 2014.

Ruth recibió en vida varias ofertas de construirle un Museo fuera de la Ciudad de México. En Michoacán, en Veracruz. Incluso don Juan Beckman, de Casa Cuervo, después de visitarla en sus departamentos de la Condesa donde se exhibían sus obras, ofreció generosamente construir un recinto en la población de Tequila, en Jalisco, pero Ruth Lechuga se sentía obligada con la Ciudad de México que la acogió como exiliada y quería que su colección fuera vista aquí.

Consideraba también que así estaría más fácilmente al alcance de los artesanos de todo el país y no sólo de alguna región. Donó su colección y sus departamentos al Museo Franz Mayer y su colección de fotografía, cerca de veinte mil imágenes, a Artes de México.

En el texto que Marta Turok escribiera sobre esta colección para el número monográfico que nuestra revista le dedicara todavía en vida, en 1998, cita la declaración de Ruth Lechuga sobre el sentido de su acervo:

“No concibo esta colección como Rico MacPato, para nadar entre los muchos objetos que he podido comprar, como trofeos, que tengan un valor porque sean muy raros o porque ya no se hagan. La exquisitez me llama la atención pues sé todo el trabajo que lleva. Pero no va por ahí mi interés principal. La colección sirve para algo. Enseña las distintas raíces de este país: esto es México. Como decía Guillermo Bonfil, el México Profundo. Entre más gente pueda apreciarlo y formar parte de esta aventura de conocer su país, pues bueno, ya sirvió de algo, no viví inútilmente.”

Su colección de arte popular es reconocida internacionalmente sin duda como la mejor que existe en México. A la vez es la más documentada. Ella misma avanzó en la catalogación de más de ocho mil piezas y el trabajo continúa.Los departamentos de los Edificios Condesa donde estuvo su colección exhibida generosamente se han convertido ya en una leyenda. Las visitas guiadas por ella, la riqueza de su arte humilde no tiene igual. En esa edición de Artes de México se pueden ver algunas imágenes de lo que eran. En la larga y muy significativa entrevista biográfica y de ideas que hiciera Margarita De Orellana, “Relato de una pasión”, Ruth cuenta entre muchas otras cosas cómo algunas artesanas modificaron completamente la vida de su comunidad. Hay un sentido profundo y muy significativo en lo que ella coleccionaba.

Foto: D.R. © Ruth D. Lechuga/Artes de México, 2017.

El país que tiene miedo de sí mismo

En esa misma edición especial de Artes de México, Alfonso Alfaro explica detallada y delicadamente dónde se sitúa la mirada de Ruth Lechuga sobre México en medio de las corrientes modernizadoras que nos gobiernan, “menos triunfantes de lo que ellas piensan”, y las corrientes del México premodernas o vencidas, “menos inermes de lo que parece”.

Todo lo que sucede a diario a lo largo y ancho de nuestro país en este momento incluso está relacionado con la incapacidad de nuestras élites gobernantes y directivas para mirar a fondo en ese México que tiene otros valores, les resulta incomprensible y normalmente rechazan. “La existencia de un mundo paralelo, dotado de aspiraciones alternativas, un proyecto que no comparte los mismo dogmas (el individuo, la razón, el progreso, el consumo, la expansión) porque tiene los suyos (la comunidad, el equilibrio, la trascendencia) resulta profundamente desconcertante”.

Semana Santa en Norogachic, Chihuahua, 1981. Foto: D.R. © Ruth D. Lechuga/Artes de México, 2017.

“Los sectores más dinámicos de nuestro país —dice Alfaro—, en su afán por acelerar la ansiada transformación que permitirá a México obtener, por fin, ‘el lugar que en justicia le corresponde’ al lado de las naciones avanzadas, tienen fijos sus ojos precisamente en ellas; en lo que inventan y en lo que rechazan, en lo que hacen y dejan de hacer. Sus ojos se han ido acostumbrando a considerar como sombras borrosas e indistintas a esos fantasmas del mundo campesino y semiurbano, hispanohablantes o no, que se afanan silenciosos al pie de la pirámide social. Preocupados por formular un proyecto de futuro se hacen cada vez menos receptivos a la vitalidad de un pasado sumamente presente. Por otra parte, las mirada de los mexicanos recientemente modernizados (marginalmente urbanizados, insuficientemente escolarizados) experimentan todavía la fascinación por los espejismos de un horizonte apenas entrevisto, henchido de promesas, y tratan de romper los vínculos que los atan a una precareidad que van logrando abandonar a costa de tantos esfuerzos. Así, tanto la mirada de algunas élites, sobre todo las más dinámicas, como la de ciertos sectores de clases medias, experimentan una gran dificultad para percibir zonas muy amplias de la realidad que se hallan inmersas.

Las convulsiones que tienen lugar en esos cimientos del edificio social, que son para ellos parte de un subsuelo obscuro e inaccesible afectan profundamente sus intereses pero ni siquiera la vehemencia de las sacudidas es capaz de modificar su tropismo: el único polo de su atención, el único objeto de su deseo, es la imagen de la modernidad y del desarrollo: de esa sustancia está hecha la materia de sus sueños”.

Saulo Moreno. Calavera. Papel aglutinado sobre armazon de alambre. Ciudad de México, 1960. Foto: D.R. © Jorge Vértiz, en El Cuarto Rosa de Ruth D. Lechuga, México: Museo Franz Mayer/Artes de México, 2014.

En este México que se abandona, que se ignora a sí mismo, la mirada respetuosa y llena de curiosidad de Ruth Lechuga se convirtió en el testigo excepcional, pausado y tenaz, de la cara luminosa de un país extenso y por conocer.

Durante 60 años recopiló tranquilamente los testimonios de objetos que, más allá de los agravios, hablan a la vez “del trabajo y la fantasía, del esfuerzo y el sueño”. Ha sabido elegir, apreciar, dar un incentivo a la creatividad que une cada comunidad. “El patrimonio cultural de México debe mucho a su ojo alerta capaz de detectar la vitalidad estilística y la calidad de ejecución”. En las obras que ella coleccionó están “la búsqueda y la espera, la añoranza y el regocijo, pero también la inquietud y la zozobra”.

“Los únicos secretos de Ruth D. Lechuga son el gozo, el respeto y el cariño: ellos le permiten percibir lo que ha ido velándose lentamente a nuestros ojos distraídos e inquietos. Ojalá que, gracias a estos testimonios que ella nos ha traído desde un México tan lejano, nuestro país pueda aprender a tener menos miedo de sí mismo”.

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