La palabra y el pincel de los artistas nahuas

Gobi Stromberg

Los cuentos de este libro emergen de la rica tradición oral de las culturas indígenas de México. En estos relatos, que provienen del anecdotario de las comunidades nahuas de la región alta del río Balsas del estado de Guerrero, se percibe una tradición milenaria que continúa hasta nuestros días. Si bien sus temáticas se desarrollan en un contexto indígena, sus protagonistas, temas y motivos también nos recuerdan que la influencia del Viejo Mundo desdibujó fronteras lingüísticas e históricas que separan a los pueblos.

A las comunidades nahuas de Ameyaltepec, Xalitla, San Agustín Oapan y Maxela, pertenecen las cinco “historias” —como las llaman ellos— que se reproducen en este libro. Las historias han sido ilustradas en papel amate, soporte ancestral, por varios de los pintores indígenas más destacados de la región. Así, estos relatos y sus ilustraciones poseen una rica historia desde tiempos remotos.

La elaboración y el uso del papel amate tienen su origen en tiempos prehispánicos. Durante el imperio mexica, los acontecimientos más importantes de la vida cotidiana, su historia y la sucesión de poderes se registraban en los códices, elaborados en papel de la corteza del árbol del amate. Grandes volúmenes se destinaban como tributo —sólo en Morelos se tributaban 850 000 hojas fabricadas a partir de la corteza del amate. En la Colonia, su producción fue prohibida por la corona española, con pena de muerte, con la finalidad de controlar los documentos legales y borrar la memoria histórica de los pueblos. Sin embargo, durante siglos y de manera clandestina, los otomíes (ñhañhus) de la sierra de Puebla continuaron con su fabricación, utilizando el papel para representar a sus deidades y como elemento ritual en las ceremonias de curación, como lo siguen haciendo en la actualidad.

A finales de los años cincuenta y después de un periodo de experimentación, los indígenas nahuas de la región del Balsas renovaron su uso a partir de una innovación artística: comenzaron a dibujar en el papel amate las imágenes con las que decoraban las piezas del barro tradicional, usadas para tareas domésticas y ceremoniales. Algunos pintores comenzaron a incorporar elementos occidentales a sus pinturas, como el paisaje y la tridimensionalidad, mientras que otros mantuvieron un formato más tradicional que incluía elementos estilísticos, parecidos a la pintura mexica de los códices y algunos más experimentaron con varios formatos y estilos. El contenido predilecto fue la representación de la vida cotidiana y ceremonial de sus comunidades. Con el tiempo, el notable desarrollo artístico de la pintura en amate, junto a una hábil actividad comercial, dio a los pueblos nahuas una gran visibilidad nacional e internacional.

En 1982, la exposición El Universo del Amate, en el Museo Nacional de Culturas Populares, dio a conocer la trayectoria de unos 30 artistas de esta región. En años posteriores, llegaron a destacar algunos pintores e inclusive lograron exponer en galerías y museos de otros países. Tal fue el caso de Nicolás de Jesús, Alfonso Lorenzo, Francisco García Simona, Gregorio Martínez, Tito Rutilo, Felipe de la Rosa, Cristino Flores, Jesús Corpus, Telésforo Rodríguez, Martina Adame, Francisco Sireño, Pablo Nicolás, Carlos Máximo y Eugenia García.

Durante la investigación y la curaduría, que llevamos a cabo en las comunidades y con los artistas, conocimos más a fondo la importancia que, para los pintores, tenía incorporar en sus obras el contenido alegórico y descriptivo de su cultura. A partir de este acercamiento, surgió de manera espontánea la propuesta de que los artistas incorporaran a sus pinturas, el rico material de la tradición oral de su comunidad. La idea de ilustrar sus historias fue acogida con entusiasmo por los artistas, y pronto empezaron a pintar lo que por años habían escuchado de los cuenteros: las narraciones que conocían y recordaban desde su niñez.

El resultado fue una recopilación de 23 relatos que comprendían mitos, cuentos y leyendas. El pintor originario de Xalitla, Tito Rutilo, quién formó parte del equipo curatorial de la exposición, apoyó al proyecto con el maestro de la escuela bilingüe de San Agustín Oapan, Sixto Cabañas ayudó en la recopilación, grabación y transcripción de los cuentos, mitos y leyendas en náhuatl. Después, junto con el artista Miguel Ventura, mostramos los amates y los relatos al destacado filólogo Antonio Alatorre, autor de Los 1001 años de la lengua española. Deleitado con ellos, se propuso a adecuar la narrativa al español de varios cuentos, entre ellos “El tejón y la ardilla” y “El diluvio y el maíz”, reproducidos en este volumen.

A la presente selección, se sumó el amigo y colega historiador , el doctor Eustaquio Celestino Solís, originario de Xalita, quien tradujo la versión del profesor Alatorre de “El diluvio el maíz” y “El tejón y la ardilla” y editó la redacción del náhuatl de los cuentos, haciendo algunas observaciones de carácter lingüístico.

Es necesario anotar que las obras que ilustran la versión en español de los cuentos son mayoritariamente del artista Alfonso Lorenzo y pertenecen a su proyecto artístico y personal. A raíz del desdoblamiento psíquico que sufrió Lorenzo al inicio de su carrera artística, mi familia y yo formamos parte de los peregrinajes para sus curaciones y también de su carrera artística, a través de la cual Lorenzo mantenía su relación con la realidad “nuestra”. La trayectoria de Lorenzo ya se había vislumbrado cuando los pintores de su comunidad de Ameyaltepec aún buscaban la consolidación de su estilo propio. En los años setenta, a él ya se le habían abierto las puertas de espacios culturales en la ciudad de México, inclusive, con exposiciones en varias de las galerías de Bellas Artes. Alfonso Lorenzo falleció hace cinco años y su obra se encuentra en colecciones de México y del extranjero como las de Francesco Clemente, Ray Smith y Felipe Ehrenberg; así como en las importantes colecciones de Francesco Pellizzi, Tyler Cowen y Salomón Kalmanovitz. Su obra ha sido reconocida a través de la prensa, siendo él perfilado en la primera plana del Wall Street Journal en el 2006.

Para las otras obras que ilustran también los cuentos en español, contamos con el magnífico pincel de Francisco Sireño, Pablo Nicolás, Carlos Máximo, Alejandro Sirenio de la Rosa, Eusebio Díaz, Francisco Lorenzo, María del Refugio Román, Pedro Celestino y Roberto Mauricio.

La historia de las historias

La tradición oral es una de las fuentes principales de información acerca de una cultura y nos señala un lenguaje y un universo específicos. A pesar de que, como nos señala el estudio formal del género, los cuentos no siempre retratan la realidad tal cual es y ni siquiera como “pudiera ser”.

En los cuentos nahuas de este libro, los protagonistas, frecuentemente niños huérfanos o adoptados, impulsados a trabajar por hambre, deber y obligación, abandonan su comunidad en busca de “fortuna”, solvencia económica y de asegurar su sobrevivencia. La búsqueda comienza a partir del hambre y la apremiante necesidad, pero solos y frente a un mundo desconocido, usan su ingenio para afrontar las circunstancias más extremas. La sobrevivencia involucra la sagacidad, el engaño y la crueldad de manera explícita e inminente; una característica que algunos compararían con la del pícaro español que, aguzado por el hambre, no repara en convenciones sociales o en la incorrección de sus actos. Finalmente los otros, los poderosos o mayores, caen en su trampa por esa insaciable voluntad de triunfar hasta el final sin considerar los medios.

En “Pedro Malo”, el protagonista recurre al engaño y a la estafa para vencer las adversidades. A sus interlocutores les esperan trampas y artimañas, picardías que Pedro improvisa para salir librado. Para algunos historiadores de la literatura, la tradición popular de la Edad Media podría indicarles que estos rasgos de charlatanería coinciden con algunos libros europeos de esta época. Lo cierto es que la travesía de los personajes se convierte en el argumento principal de estos cuentos. El peligro, el miedo, el terror, la traición y el engaño, así como los encuentros con las fuerzas del mal —y las del bien— son elementos importantes. Esta prospección puede requerir tareas sobrehumanas o virtudes de los personajes. Sin embargo, la exitosa tarea se logra, muchas veces, por intervención divina, por azar o suerte.

En los argumentos, podemos entrever que el abismo económico y social que han embestido al mundo indígena ha forjado como temas importantes al engaño y la avaricia. No es sorprendente, entonces, que la sobrevivencia y la búsqueda del máximo beneficio personal sean abordadas en la mayoría de las historias.

Podemos ver que las acciones de los animales son llamados de alerta al que se duerme o se queda atrás: el que no “se pone vivo” se arriesga a ser objeto de burla, a “quedarse afuera”, perder sus bienes y poner en juego su vida. La figura del conejo es interesante porque, a pesar de su naturaleza “tierna, blanda y frágil”, desarrolla una perspicacia que llega a ser cruel. Otros animales actúan de acuerdo a una concepción de poder —existe otro más fuerte que yo—, y este matiz es el que permite que las narraciones relaten eventos sangrientos con un estilo narrativo sutil: los actos siniestros de los protagonistas y sus arteras motivaciones no agobian a los narradores ni a los personajes; los ardides y engaños destruyen, pero son tratados como pasajeros e inevitables. Las desgracias son aceptadas sin estridencia.

Los fuertes vínculos familiares nos hablan de las obligaciones sociales que acompañan estos lazos: la esposa debe tener hijos, si es incapaz, se enfrenta a terribles consecuencias; los hermanos que se dejan poseer por la envidia y la venganza son castigados irremediablemente, como en el caso de “El pájaro de oro”. Las mujeres transgreden los roles de “buena” esposa o hermana y las sanciones son el cautiverio y la muerte. No obstante, en este relato, la mujer también es un personaje que actúa con valentía e inteligencia y vence los infortunios que el camino deparaba a quienes iban en busca del “pájaro de oro”.

Por lo que hemos descrito, resulta evidente que, en estos cuentos antologados, los finales felices no existan o se eludan. La lucha de los adversarios es a muerte: la victoria y el triunfo definitivo se resuelven con la extinción del contendiente. Estos cuentos nahuas traen a cuenta una larga tradición oral que persiste en las regiones de Guerrero y que, con seguridad, también continúa en todo México. Las ilustraciones y los cuentos sumergen a los lectores en un universo de tretas, artificios y fascinaciones. Los personajes, como antihéroes, se muestran dispuestos a estremecer jerarquías de valores y conductas que creemos inamovibles.

Mi intención ha sido proporcionar al lector un goce literario, a través del material pictórico y narrativo, de las comunidades nahuas de Guerrero, esperando que cada quien encuentre un significado propio a través de este acercamiento y llegue a una mayor comprensión de las culturas en donde se siguen contado estas historias.

Este texto forma aparece, originalmente, en el libro La raíz y la voz. Gobi Stromberg es la compiladora de los cinco cuentos reproducidos en esta edición, tanto en su versión en náhuatl como en español. Las imágenes presentadas forman parte de la colección Gobi Stromberg que ilustran el libro.

Fotografías: D.R.©Marco Pacheco / Artes de México, 2018.

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