Un dechado de chamanismo

Margarita de Orellana

En México, el chamanismo está presente tanto en las comunidades indígenas como en las mestizas. Muchos de sus aspectos son compartidos por diversos pueblos del mundo. Sin embargo, cada uno tiene su manera de vivirlo, su especificidad en cuanto a sus creencias y rituales. Si se escribiera la historia del chamanismo de este país, se llenarían cientos de volúmenes.

Dotados de capacidades para curar enfermedades tanto físicas como espirituales, de recuperar las almas perdidas, a las que conocen bien, de comunicarse con toda clase de seres, animales o espíritus de los antepasados u otros, de despojarse de sus cuerpos y realizar viajes cósmicos, los chamanes destacan por la intensidad y trascendencia de sus experiencias religiosas.

En este número se recogieron algunas observaciones de quienes han estado cerca de este fenómeno religioso, autores que trabajaron en comunidades tzeltales, huicholas, nahuas, tepehuas y mexicaneros durante mucho tiempo. Sus testimonios nos describen los momentos en que se revelan los poderes de los chamanes para conmocionar a sus seguidores y quizá a los seres invisibles que invocan. Generalmente, los trabajos antropológicos de este tipo quedan restringidos al mundo universitario. Pero en Artes de México creemos que estos conocimientos pueden ser compartidos con otros lectores curiosos por internarse en una parte substancial de nuestras múltiples culturas. Por ello agradecemos a estos ocho autores que hayan aceptado compartir con nosotros y nuestros lectores algunos descubrimientos de sus amplios y profundos estudios.

En las comunidades, el chamán cumple con funciones diversas: entre los nahuas, por ejemplo, una vez que eltlamatki (chamán) recibe el don, elabora figuras en miniatura para que los nenenkame (espíritus) puedan interactuar con él. Entre los huicholes, el mara’akame busca convertirse en sus antepasados y en objeto de sus visiones, como el peyote, la lluvia o el maíz. Entre los tzeltales, el chamán debe preservar del ruido del mundo de los espíritus a quienes han enfermado. El ruido es la contraparte, es el enemigo. Éstas son sólo unas pinceladas de lo que aparecerá en esta publicación.

Las manifestaciones religiosas aquí expuestas comparten tres elementos que son una constante: la obscuridad, el silencio y la ausencia. En la obscuridad o en la noche es cuando los ojos de los chamanes ven mejor y cuando sus manifestaciones sagradas generalmente se llevan a cabo. El silencio es fuente de vida y de anhelos, sobre todo entre los tzeltales de una comunidad llamada Cancuc. La ausencia es indispensable para adquirir equilibrio entre los humanos, pues gracias a ella el chamán logra retener o encontrar a las almas perdidas.

Estas expresiones religiosas nos remiten de inmediato a la poesía, a una dimensión de la vida que nos revela realidades ocultas donde el sueño ocupa un papel importante y donde se muestra una estética sorprendente. En los rituales descubrimos una belleza que nos brindan los cantos, los rezos, las ofrendas y el movimiento de las siluetas de quienes observan a la luz del fuego, además de una sabiduría antigua y actual, tan distante de los valores que predican y venden los que piensan que nuestras vidas modernas sólo tienen una posibilidad y una forma de ser. En estas páginas intentamos atrapar y compartir momentos de vida que nos deslumbraron, cargados de sentido y belleza. Y ésta es una de las metas de Artes de México.