
Pese a que la mazahua es una de las etnias a las que se ha prestado menos atención en nuestro país, la India Maía, uno de nuestros personajes cinematográficos más populares, viste el atuendo de sus mujeres. Ella logró convertirse en un fenómeno mediático que, aunque no profundizaba en la cultura mazahua, marcó el imaginario de lo indígena en nuestro país.
El personaje de la India María, interpretado por María Elena Velasco, surgió de manera fortuita en 1972, y tuvo tanta aceptación en los espectadores en vivo, que al poco tiempo fue llamada para presentar skechers en televisión, dentro de programas de variedad muy vistos en México, como “Siempre en domingo”. Ahí, María perseguía por todo el estudio al conductor Raúl Velasco, con quien no la unía parentesco alguno, y reiteraba su “amor” por el guerito. El también popular presentador huía de ella, en una rutina que actuaba como paradigma del difícil emparejamiento en México de dos personas de distinta clase social y raza. La admiración por el blanco y el desprecio velado de éste hacia la India legitimaban, con el enmascaramiento de la comedia, el añejo orden social heredado desde el periodo virreinal. “Siempre en domingo” se mantuvo en la pantalla del “Canal de las Estrellas”, el más importante de Televisa, en cuanto al número de espectadores, ingresos por publicidad e inversión durante casi treinta años. Sus máximos índices de popularidad fueron alcanzados, precisamente, en el periodo del lanzamiento y afianzamiento en el imaginario popular del personaje de María Elena Velasco. Se calcula que los telespectadores potenciales, repartidos en tres continentes, ascendía a más de 400 millones de personas.
En 1979, María Elena codirigió Ok, Mr. Pancho al lado de Gilberto Martínez Solares y dos años después repitió la experiencia en El que no corre, vuela, donde ella comenzó a participar en las ideas, los argumentos y/o los guiones de sus cintas. Resalta la decisión de María Elena de iniciar su trayectoria como realizadora junto a uno de los directores de cabecera de Tin Tan. Años antes había dirigido por Rogelio A. González, quien fuera guionista y luego director de Pedro Infante, y también decidió colaborar con el veterano Miguel M. Delgado, quien filmó 33 películas de Cantinflas. La relación con los mentores de la comedia y el humor de la Edad de Oro del cine mexicano reafirmaba sus antecedentes como actriz de revista, pues a lo largo de los años actuó como comparsa de nombres tan reconocidos y queridos por el pueblo mexicano: Adalberto Martínez, Resortes: Jesús Martínez, Palillo; Fernando Soto, Mantequilla; Antonio Espino, Clavillazo; Manuel Medel y Eulalio González, Piporro, Incluso, al referirse a Ni de aquí ni de allá, el periodista Nelson Carro apuntó que la India María “ya ocupaba el lugar que había dejado vacante Cantinflas”. La relación con los mentores de la comedia y el humo de la Edad de Oro del cine mexicano reafirma sus antecedentes como actriz de revista, pues a lo largo de los años actuó como comparsa de nombres tan reconocidos y queridos por el pueblo mexicano: Adalberto Martínez, Resortes; Jesús Matínez, Palillo; Fernando Soto, Montesquilla; Antonio Espino, Clavillazo; Manuel Medel y Eulalio González, Piporro. Incluso, al referirse a Ni de aquí ni de allá, el periodista Nelson Carro apuntó que la India María “ya ocupaba el lugar que había dejado vacante Cantinflas”.
María Elena transitó de mera protagonista a coordinara de sus proyectos, desde la idea, el argumento, el guión, donde colaboró con su hija Ivette, y la dirección hasta la producción, mediante su productora, Vlady Realizaciones, con Iván Lipkies, su hijo, al frente y su hija en la producción ejecutiva. Este cambio tiene importantes implicaciones en términos de producción cultural y de género. Por un lado, en la historia del cine nacional hay muy pocos casos de mujeres que se hayan involucrado de esta manera en sus productos fílmicos. Isela Vega, María Novarro, María Sistach, Busi Cortés, Sabina Berman, Dana Rotberg y Guita Schyfter, por mencionar algunos ejemplos, han escrito, editado, dirigido o intervenido en la producción de sus películas. Velasco, además es la protagonista de sus filmes. Como aquéllas, María Elena ha involucrado a sus hijos en sus cintas y las ha convertido en una especie de empresas familiares, de manera similar a lo que las mujeres mexicanas llevan a cabo en otros ámbitos. Así combinan su papel de madre, con el de miembros de una familia extendida y el de mujeres trabajadoras.
Seleccionar la figura de una indígena mazahua era coherente con la pléyade de personajes creados por los viejos maestros de la carpa y la comedia popular en México y América Latina. Así, al peladito cantinflesco, el pachuco titanesco, el norteño impulsivo encarnado por Piporro, se unía la cándida india para completar el paisaje social de las grandes urbes del país. Llamado por sí mismo “profeta del desastre”, Palillo mantuvo como eje de sus sketches la mirada incisiva sobre la injusticia en México, provocada por la corrupción y el absurdo que caracteriza las decisiones y las conductas de los políticos. La perspectiva crítica hacia la situación política y social exhibida por Palillo parecía trazar una línea de sucesión en los comentarios que dejaba caer la India María en sus intervenciones televisivas. La libertad de expresión en los medios de comunicación en México y, sobre todo en el Telesistema Mexicano estaba muy acotada debido a la estrecha vinculación entre el sistema político gubernamental, el Partido Revolucionario Institucional, y la empresa mediática.
La torpeza de la India María, aunada a su papel de ingenua y hasta tonta, le permitían atrevimientos discursivos inusuales para la época. La mención de la corrupción de los políticos, del aprovechamiento de las clases dominantes hacia las clases populares, la ilusión a los repetidos engaños a los indígenas y los campesinos por creerlos menos inteligentes, eran algunos de los temas que abordaba en sus presentaciones, las cuales desarrollaba con un dejo que oscilaba entre la supuesta ingenuidad y la picardía. Los televidentes de las clases populares respondieron con fervor al personaje y lo demostraron al colocar sus dos primeras películas en el tercero y segundo lugar, respectivamente, dentro de la taquilla del cine mexicano. En 1988, Ni de aquí ni de allá fue la película mexicana que más dinero recaudó, 1,775,000.00 y se mantuvo veinte semanas en cartelera, en la década de 1980, los filmes mexicanos de estreno permanecían un promedio de cuatro semanas. Esto habla de la aceptación de los espectadores hacia el personaje creado por Velasco, su primera película como realizadora, El coyote emplumado, ocupó el segundo lugar entre los estrenos mexicanos de 1983 y Ni Chana ni Juana, el tercero, en 1985.
María recrea a una india mazahua, ingenua, despistada y torpe, pero trabajadora y de muy buen corazón. Siempre vestida con el traje tradicional de esa etnia, remitía a la multitud de indígenas que migraron a la ciudad de México, como resultado de la evidente depauperización del campo en la década de 1970. A partir de ese periodo, la ciudad de México comenzó a incorporar en su paisaje urbano a las llamadas “marías”, las mujeres indias que vendían frutas, sobre todo naranjas, en la calle y que eran denominadas de esa manera por la frecuencia de este nombre, un testimonio de la influencia del catolicismo en la población indígena y campesina, ejemplificando en la primera secuencia de la película.
La lengua, el atuendo, la gastronomía y la medicina tradicional forman parte de los vestigios de la cultura indígena que María pone a circular en los hogares en donde trabaja en Estados Unidos, tal y como acontece en las comunidades urbanas en México. De esta manera, la realizadora lleva a la pantalla a un segmento de la población mexicana y un problema que permanecen al margen de la arena pública: los grupos étnicos y su inserción en el mercado laboral. Asimismo, Velasco visibiliza la problemática de los indocumentados y se asoma a algunos de los problemas de lo que significa ser mexicano cuando no se está “ni aquí, ni allá”. La mexicanidad se desplaza del discurso de la crítica académica y la recesión mediática y se ancla en las peripecias de un personaje que se distancia de las características de una heroína cinematográfica.
Con todo, las películas de María Elena Velasco no profundizan en las conformaciones identitarias, a pesar de los sugerentes de sus títulos, ni abundan sobre quién está al servicio de quien. Paradójicamente, sus películas, y en especial Ni de aquí ni de allá, prefiere subrayar ciertos estereotipos. Sus personajes, por ende, carecen de complejidad, y la historia se desarrolla a partir de planteamientos esquemáticos. Al gran número de espectadores que acude a ver sus películas le interesa “verse”, hacerse visible en algún lugar del espectro mediático en el que no suele aparecer como protagonista.
Maricruz Castro Ricalde. Es doctora en Letras Modernas por la Universidad Iberoamericana y tiene estudios doctorales en Comunicación por la Universidad del País Vasco. Es académica del Tecnológico de Monterrey, campus Toluca. Ha recibido varios reconocimientos, entre los que destaca el premio estatal de Literatura en Yucatán y el Josefa Ortiz de Domínguez en el Estado de México.
Te invitamos a que consultes nuestra-revista-libro. Textiles Mazahuas. no. 102. Disponible en nuestra tienda física La Canasta, ubicada en: Córdoba #69, Roma Norte, CDMX. También visita nuestra tienda en línea donde encontrarás nuestro catálogo editorial.