10 / 06 / 25
Una interpretación de la cerámica teotihuacana
Esther Pasztory

El mundo de la cerámica utilitaria Teotihuacana posee una estética que parte de lo sutil y que parece mostrar una perspectiva unificadora de la sociedad. Al huir de piezas altamente elaboradas, esta alfarería rompía con la división social que caracterizó a otras culturas mesoamericanas. En estas páginas, la historiadora del arte interpreta la cerámica y el valor que tuvo dentro de esta cultura prehispánica.

La cultura teotihuacana se comunicó menos a través de imágenes que cualquier otra de las grandes culturas mesoamericanas. Entre los teotihuacanos no existía una tradición que conmemorara las dinastías como sucesiones entre los mayas, ni un enfoque de justificación cósmica como el que tenían los aztecas. Es difícil dar cuenta de las pocas figuras femeninas colosales de piedra de Teotihuacan, pues no se inscriben en una tradición escultórica más amplia. Los murales que se conservan pertenecen a una época tardía, abordan temas como la fertilidad y la guerra, y muestran en su mayoría a personajes desconocidos de la élite oficial. No sabemos hasta qué punto se trataba de manifestaciones públicas y privadas.

Pero, ciertamente, no se pretendía que fueran un espectáculo para un público numeroso, ya que estas representaciones se encuentran dentro de habitaciones o en pequeños patios de los diferentes conjuntos habitacionales de la gran ciudad.

El uso de las imágenes, la arquitectura y las festividades

Este uso más restringido de las imágenes se debe a dos posibles razones. La primera es que el principal vehículo de significados entre los habitantes de Teotihuacan era la arquitectura: las impactantes pirámides, las avenidas e incluso los conjuntos departamentales. Teotihuacan se construyó como un centro espectacular, con la misma magnitud de los ríos y las montañas: una gran naturaleza artificial que debía incluso superar a la propia naturaleza. Sus dimensiones son sobrehumanas no sólo por el trabajo que llevó edificarlo, sino por su concepción arquitectónicas. No sólo se conjuntaron un gran esfuerzo creativo y de planeación en el origen de la ciudad, cuando las grandes pirámides fueron erigidas, sino también más adelante, cuando miles de conjuntos habitacionales se reconstruyeron para convertirse en edificios permanentes. Proyecto de tal magnitud indican que se disponía de una amplia reserva de mano de obra y de una organización eficaz. No debemos subestimar el valor simbólico de tal arquitectura.

En segundo lugar, parecería que los grandes espacios públicos teotihuacanos -con sus avenidas, sus plazas y sus plataformas estaban concebidos para celebrar fiestas rituales más que para exhibir monumentos. Y estas festividades eran, quizá, su mayor obra de arte. Las pinturas murales señalan la indumentaria y las actividades con las que cobraba vida este sitio. Tanto Annabeth Headrick como yo hemos sugerido que las numerosas máscaras de piedra relacionadas con Teotihuacan formaban parte de uniones o ensamblajes efímeros. Podían representar deidades, momias o ambas cosas; pero en cualquier caso no eran partes de esculturas completas coherentes. El arte de Teotihuacan estaba construido a base de fragmentos y piezas unidas, como puede verse frecuentemente en los glifos y símbolos de sus incensarios o murales. Como estudiosa del arte, pienso que esta visión del ensamblaje o unión se contrapone a una tradición de esculpir figuras monumentales. Sospecho que, en Teotihuacan, personas de carne y hueso ocupaban el lugar de las estatuas y esculturas.

La cerámica: Expresión del corazón Teotihuacano

Por lo que toca a la cerámica, el enfoque teotihuacano era semejante al de la arquitectura: sencillo y utilitario. Resulta impactante que la mayoría de las vasijas teotihuacanas que están en las bodegas de los museos sean objetos escasanente decorados de barro café, tostado, rojizo o negro. Muchas son trípodes o se sostienen con protuberancias que les sirven de base y se sabe que proviene de entierros. Destacan por su formas sencillas, elegantes, sin complicados mensajes artísticos. Hallamos estas sencillas formas incluso en la muy apreciada cerámica Anaranjado Delgado. Los estudios prefiramos las vasijas con relieves y decoración pintada porque nos parecen artísticamente más interesantes y porque podemos tratar de “descifrar”. Sin embargo, la mayor parte de la gente en Teotihuacan usaba vasijas muy sencillas, tanto en la vida cotidiana como en las ceremonias.

Quizá los teotihuacanos no recurrían a las imágenes como vía de comunicación por varias razones. Dado que vivían en una enorme ciudad y sostenían contacto directo y constante en los mercados, las festividades y los vecindarios, no requerían valerse de objetos como intermediarios para satisfacer las necesidades de interacción. Las piezas, por lo general, no se utilizaban con fines de propaganda, y por tanto su expresión se reducían al “mínimo”. Si hubo una estética teotihuacana, ésta corresponde a lo que hoy día conocemos como minimalismo. Comparadas con Teotihuacan, las ciudades mayas eran más pequeñas y estaban igualmente basadas en el contacto cara a cara. Y sin embargo, existen muchas representaciones figurativas en su cerámica y en su escultura en piedra. Las imágenes mayas buscan probar el valor del linaje y la legitimidad sagrada de sus gobernantes, en situaciones o contextos en los que al parecer se requería demostrar muchas cosas mediante “documentos” artísticos. El Teotihuacan, por el contrario, al parecer se suprimió de las piezas la información impresa acerca de la dinastía o el estatus, por lo que nos queda una impresión de cierta igualdad social.

El desarrollo del esteticismo está claramente vinculado con las manifestaciones públicas de desigualdad social. Los objetos “estéticos” son considerados más bellos, más complejos, más artísticos y más puros que el resto. El esteticismo crea, así una jerarquía de valores entre los objetos, semejantes a la jerarquía social, que produce divisiones entre humanos. Teotihuacan solamente permitió un uso muy limitado de los valores estéticos, quizá por la conciencia de su papel en la desigualdad y la decisión social. Para decirlo de otra manera, los teotihuacanos no concentraban su atención en la rivalidad entre objetos bellos porque no lo consideraban necesario o útil para sus propósitos.

El objeto de los teotihuacanos, si podemos interpretarlo a partir de los vestigios materiales, era dar cohesión a la diversa y quizá políglota población de una ciudad de dimensiones sin precedentes en Mesoamérica. Esto lo lograba mediante el énfasis en lo utilitario más que en lo estético, en las festividades y las artes efímeras más que en los monumentos, o en las imágenes construidas y reconstruidas a partir de diferentes piezas, y en una arquitectura que sobrecoge a la escala humana.

El hecho de que las piezas ordinarias de la cerámica teotihuacana sean tan atractivas, se debe al valor que esta cultura le otorgaba a ciertos niveles de destreza de los artesanos, a la proporción y a la línea, siempre evitando manierismos y florituras. Los objetos están bien hechos pero no llegan al punto del refinamiento. De ser correcta nuestra interpretación, esta cerámica expresa los valores medulares de la cultura y la sociedad teotihuacanas.

Esther Pasztory. Es autora de los libros Aztec Art, Teotihuacan: An Experiment in Living y Precolumbian art. Fue cocuradora de la exposición Teotihuacan City of the God y editora del catálogo de la misma. Editó el libro Middle Classic Mesoamerica, 400-700 A.D. Actualmente se dedica al estudio del arte andino y a la vida del explorador francés J.F. Waldeck.

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